domingo, 30 de abril de 2017

DÍA 1 DE MAYO SAN JOSÉ, OBRERO

El uno de mayo, fiesta del trabajo, conmemoramos a san José, el esposo de la Virgen María, el artesano de Nazaret, bajo cuya tutela vivió y se inició en el trabajo y en el mundo social Jesús, llamado por sus conciudadanos «el hijo del carpintero». La fiesta la estableció Pío XII en 1955 y quiere ser una catequesis sobre el significado del trabajo humano a la luz de la fe. San José, hombre sencillo de pueblo, nos da el ejemplo de una vida honesta y laboriosa, ganándose el pan con el sudor de su frente, para él y para los a él confiados, por los servicios prestados a su prójimo. José ennobleció el trabajo, que ejerció sostenido y alentado por la convivencia con Jesús y María.- Oració: Dios todopoderoso, creador del universo, que has impuesto la ley del trabajo a todos los hombres, concédenos que, siguiendo el ejemplo de san José, y bajo su protección, realicemos las obras que nos encomiendas y consigamos los premios que nos prometes. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. SAN PÍO V, papa de 1566 a 1572. [San Pío V murió el 1 de mayo, pero su fiesta se celebra el 30 de abril] Nació en Bosco Marengo (Alessandria, Italia) el año 1504. Ingresó en la Orden de Predicadores siendo muy joven; se doctoró y recibió la ordenación sacerdotal en Bolonia el año 1528. Durante dieciséis años fue profesor de teología y ejerció diversos cargos en la provincia dominica lombarda. Consagrado obispo y elevado al cardenalato, fue finalmente elegido papa el año 1566. Intensificó su austeridad y vida de oración. Rehusó toda muestra de nepotismo. Continuó con gran decisión la reforma comenzada por el Concilio de Trento, cuyos decretos trató de aplicar, reformó las costumbres, intensificó la catequesis, organizó los seminarios y favoreció los estudios, promovió la propagación de la fe, renovó la liturgia y publicó el Catecismo Romano y el Misal que lleva su nombre, que ha estado vigente hasta la reforma del Vaticano II. En la liga contra los turcos, se alió con España y Venecia, que lograron la victoria de Lepanto. Murió en Roma el 1 de mayo de 1572.- Oración: Señor, tú que has suscitado providencialmente en la Iglesia al papa san Pío, para proteger la fe y dignificar el culto, concédenos, por su intercesión, participar con fe viva y con amor fecundo en tus santos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. SAN RICARDO PAMPURI (de seglar, Herminio Felipe). Nació el año 1897 en Trivolzio (Pavía, Italia). En la I Guerra Mundial prestó servicios sanitarios. Más tarde acabó la carrera de medicina y la ejerció armonizando competencia profesional, actividad apostólica, entrega delicada y caritativa a enfermos y pobres. Era asiduo a la Misa y muy devoto de la Virgen. En 1921 ingresó en la Orden Franciscana Seglar. Desde joven sintió la vocación religiosa, que no pudo abrazar por su frágil salud hasta que en 1927 ingresó en la Orden de San Juan de Dios. Luego Fr. Ricardo se prodigó en la atención a los pobres y a los obreros. Murió en Milán el 1 de mayo de 1930. «La vida de Fr. Ricardo es un acicate especialmente para los jóvenes, los médicos, los religiosos, a los que invita a vivir gozosamente y con coraje la fe cristiana, a desarrollar con entrega el delicado arte médico, a mantener el espíritu primigenio del propio Instituto» (Juan Pablo II). BEATO VIVALDO DE SAN GIMIGNANO. Nació hacia 1250 en San Gimignano (Siena). Siendo joven, atraído por la fama de santidad del párroco de Pichena, el beato Bartolo Buonpedoni, lo tomó como maestro y se fue a vivir a su lado. Bartolo, cuando contrajo la lepra, dejó la parroquia y se fue a una leprosería vecina. Vivaldo lo acompañó, y estuvo veinte años sirviendo a su maestro y a los demás leprosos. El 12 de diciembre de 1300 murió Bartolo, y Vivaldo se retiró al bosque de Camporena, cerca de Montaione (Florencia), donde llevó una estricta vida de ermitaño, consagrado a la oración y a la penitencia, y donde murió el 1 de mayo de 1320. Tanto el beato Bartolo como el beato Vivaldo habían profesado la Regla de la Tercera Orden de san Francisco. BEATO JULIÁN CESARELLO DE VALLE DE ISTRIA. Nació de familia noble hacia el año 1290 en Castello di Valle d'Istria. Siendo aún joven vistió el hábito franciscano en el vecino convento de San Miguel Arcángel, situado en un monte solitario, perteneciente entonces a la Provincia de Dalmacia. Ordenado de sacerdote, armonizó su vida de oración y penitencia en el retiro con su apostolado por los pueblos de la región; fue un apóstol popular de palabra fervorosa y sencilla, aunque de sólida doctrina; inculcaba a la gente sus devociones: la Eucaristía, la Pasión de Cristo, la Virgen María y las almas del purgatorio. Puso particular empeño en combatir los movimientos heréticos que entonces pululaban y en restablecer la paz entre facciones de güelfos y gibelinos. Era especialmente necesario en aquel tiempo sembrar el amor y hacer brotar la paz en nombre de la caridad. Murió en su convento de San Miguel de Valle (en croata Bale) el 1 de mayo de 1349. BEATA PETRONILA DE TROYES. Hija de los condes de Champagne, nació en Troyes (Aube, Francia) hacia el año 1300. De joven vistió el hábito de santa Clara en el monasterio de Provins, en el que ya destacó por sus progresos en la vida evangélica. Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, fundó un monasterio de clarisas en Moncel (Beauvais), cuya construcción terminó Felipe VI de Valois. Éste y su esposa, Juana de Borgoña, asistieron en 1336 a su inauguración, con las doce clarisas que, procedentes de distintos monasterios, iban a formar la nueva comunidad. Entre ellas estaba Petronila, que de inmediato fue elegida abadesa por sus hermanas. Bajo su dirección, el monasterio alcanzó fama de santidad y atrajo numerosas vocaciones. En 1344 Petronila renunció a su oficio, y siguió como simple clarisa hasta el 1 de mayo de 1355 en que murió. * * * San Agustín Schoeffler. Nació en la región de Lorena (Francia) el año 1822. De joven se hizo seminarista, pero en 1846 ingresó en la Sociedad de Misiones Extrajeras de París, en la que concluyó los estudios y recibió la ordenación sacerdotal. Su ideal eran las misiones, y en seguida lo enviaron a Vietnam. Aprendió la lengua del lugar y durante tres años se dedicó al ministerio por los pueblos y aldeas de su distrito, incluso cuando arreció la persecución. Lo detuvieron y lo condenaron por haberse introducido en el país y haber predicado una religión prohibida. Fue decapitado por orden del imperador Tu Duc, en Son Tay (Vietnam), el año 1851. San Amador de Auxerre. En atención a la voluntad de sus padres contrajo matrimonio. Pero sus cualidades y virtudes hicieron que lo eligieran obispo de su ciudad, Auxerre, cuando la sede quedó vacante. Puso empeño en acabar con los últimos restos de paganismo mediante la evangelización y mejoró la organización de la comunidad cristiana. Viajó a Antioquía, de donde se trajo reliquias de los santos Quirico y Julita. Murió el año 418. San Andéolo. Fue martirizado en Viviers (Francia) en una fecha desconocida de la antigüedad cristiana. San Arigio. Obispo de Gap en Provenza (Francia), que se distinguió por su paciencia en las adversidades, por el celo con que luchó contra los simoníacos y por su caridad para con los monjes romanos que el papa san Gregorio Magno envió a Inglaterra para evangelizarla. Murió el año 604. San Asaf. Abad y obispo de Llanelwy, en el País de Gales, que después tomó el nombre de St. Asahp. Murió a finales del siglo VI o principios del VII. San Brioco o Brieuc. Oriundo del País de Gales, fundó un monasterio en la costa de la Bretaña Menor (Francia), que posteriormente fue elevado a la dignidad de sede episcopal. Murió el año 500. San Jeremías. Se trata del gran profeta del Antiguo Testamento, que vivió en tiempo de Joaquín y de Sedecías, reyes de Judá. Profetizó la ruina de la Ciudad Santa y la deportación del pueblo, por lo que sufrió muchas persecuciones. Esta es la razón por la que la Iglesia lo considera figura de Cristo perseguido y sufriente. Además, predijo el cumplimiento de la nueva y eterna Alianza en Jesucristo, por medio del cual Dios Padre todopoderoso escribiría su ley en lo profundo del corazón de los hijos de Israel, a fin de que Él fuese su Dios y ellos fuesen su pueblo. San Juan Luis Bonnard. Nació el año 1824 en un pueblo de la diócesis de Lyon (Francia). Fue primero seminarista diocesano, pero, impulsado por su vocación misionera, el año 1846 pasó al seminario del Instituto de Misiones Extranjeras de París. Ordenado de sacerdote en diciembre de 1848, en seguida lo enviaron a Vietnam. Promocionó las comunidades a él encomendadas y extendió el evangelio. Cuando se supo en su pueblo que llegaba el mandarín con soldados, intentó refugiarse, pero lo capturaron. Lo condenaron por propagar el cristianismo, religión prohibida, y lo decapitaron en Nam-Dinh el año 1852. San Marculfo. Fue primero ermitaño y luego monje y abad en la isla de Nanteuil en Bretaña (Francia). Murió hacia el año 558. San Orencio. Fue obispo de Auch, en Aquitania (Francia), y se esforzó en erradicar de su ciudad las costumbres paganas y en procurar la paz entre los romanos y el rey visigodo de Toulouse. Murió el año 440. San Peregrino Laziosi. Nació en Forlí (Italia) hacia 1265. En su juventud se enroló en los movimientos ciudadanos con los gibelinos, contrarios al Papa. Arrepentido de sus excesos, dejó la política y en 1292 ingresó en la Orden de los Siervos de María. Se ordenó de sacerdote y dio un gran ejemplo de dedicación a la oración, la penitencia, el apostolado, la lectura de la palabra divina. Se mostró especialmente dotado en la dirección espiritual de los muchos fieles que acudían a él. Se ocupó con gran caridad de los pobres y necesitados, para los que buscaba socorros y limosnas. Murió en Forlí el año 1345. San Segismundo. Nació a finales del siglo V y fue rey de Borgoña. Se convirtió de la herejía arriana a la fe católica. Cometió un crimen gravísimo, hizo asesinar a su hijo Sigerico temiendo que le arrebatara el trono, crimen que lloró amargamente y del que se arrepintió y expió con penitencia y ayuno. Instituyó una comunidad de monjes en Agaunum (en la actualidad, Saint-Maurice-en-Valais), en Recia (en la actual Suiza), a la que se retiró. Después cayó en manos de los francos que lo arrojaron a un pozo en el territorio de Orleans el año 524. San Teodardo. Fue obispo de Narbona a partir del año 885. Restauró su iglesia catedral, sobresalió por su fervor en la disciplina y su diligente magisterio. Minado por la enfermedad, se retiró a un monasterio de la región de Montauban (Francia), donde murió el año 893. Santos Torcuato y compañeros obispos. La Iglesia española celebra hoy la conmemoración de los llamados Varones Apostólicos que, según una tradición antigua, fueron discípulos de los apóstoles san Pedro y san Pablo, que los enviaron a la Bética. Estos son sus nombres y el de las ciudades en que evangelizaron: Torcuato, obispo de Acci (hoy Guadix); Tesifonte, obispo de Bergium (hoy Berja); Esicio, obispo de Carcer (hoy Carcesa); Indalecio, obispo de Urci (hoy Almería); Segundo, obispo de Ábula (hoy Abla); Eufrasio, obispo de Iliturgi (hoy Andújar), y Cecilio, obispo de Illiberis (hoy Elvira, Granada). Beato Aldebrando. Fue obispo de Fossombrone en las Marcas (Italia), insigne por la austeridad de su vida y por su espíritu apostólico. Murió el año 1170. Beato Clemente Septyckyj. Nació en Prylbychi, perteneciente entonces a Polonia y ahora a Ucrania, el año 1869. Estudió en Cracovia y Munich. Entró en la vida política y ejerció altos cargos. En 1912 ingresó en el monasterio estudita de la ciudad de Univ, y recibió la ordenación sacerdotal en 1915. Fue un religioso fiel y cumplidor, al que eligieron, en 1926, prior de su monasterio y, 1946, archimandrita de los monjes de la Regla Estudita. En 1947 fue detenido, acusado de actividades antisoviéticas y de colaborar con el Vaticano. Lo condenaron a ocho años de cárcel y lo deportaron a Vladimir (Rusia), donde murió en 1951. Beata Mafalda. Hija de Sancho I, rey de Portugal, nació el año 1194. En 1215 fue dada en matrimonio a Enrique I de Castilla, pero el papa Inocencio III declaró que el matrimonio era nulo a causa del parentesco de los esposos. Libre de compromisos, ingresó en el monasterio de Arouca. Deseaba ella intensificar la observancia regular y para conseguirlo llamó a los cistercienses. El monasterio se trasformó en casa de esa Orden, en la que ella profesó. Fue una religiosa ejemplar por su vida pobre, austera y penitente. Favoreció el establecimiento de los dominicos y franciscanos en Portugal. Murió en 1257. PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico: San Pablo, al despedirse de los ancianos de Mileto, dijo: «De ninguno he codiciado dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han bastado para cubrir mis necesidades y las de los que están conmigo. Siempre os he enseñado que es trabajando como se debe socorrer a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Hay más dicha en dar que en recibir"» (Hch 20,33-35). Pensamiento franciscano: San Francisco dice en su Testamento: «Yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen en trabajo que conviene al decoro. Los que no saben, que aprendan, no por la codicia de recibir el precio del trabajo, sino por el ejemplo y para rechazar la ociosidad. Y cuando no se nos dé el precio del trabajo, recurramos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta» (Test 20-22). Orar con la Iglesia: Oremos a Dios Padre, que nos llama a todos a colaborar con nuestro trabajo en su obra creadora. -Para que la Iglesia sepa expresar su solidaridad con el mundo del trabajo. -Para que los creyentes, llamados a dar un testimonio cristiano cualificado en sus ambientes de trabajo, no se desalienten ante las dificultades. -Para que cuantos tienen autoridad o responsabilidad en la vida económica y social, tengan siempre muy en cuenta el bien y la dignidad de la persona. -Para que, contemplando a Jesús, a María y a José, aprendamos a valorar el trabajo como servicio a los demás, medio de realización personal y contribución al bien común. Oración: Escucha, Señor, nuestra oración en este día del trabajo y haz que, como hijos tuyos, colaboremos en la obra de tu creación para gloria tuya y bien de nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. * * * EL TRABAJO EXPRESIÓN DEL AMOR De la Exhortación Apostólica de S. S. Juan Pablo II «Redemptoris Custos» (15-VIII-1989) sobre la figura y la misión de San José 22. Expresión cotidiana de este amor en la vida de la Familia de Nazaret es el trabajo. El texto evangélico precisa el tipo de trabajo con el que José trataba de asegurar el mantenimiento de la Familia: el de carpintero. Esta simple palabra abarca toda la vida de José. Para Jesús éstos son los años de la vida escondida, de la que habla el evangelista tras el episodio ocurrido en el templo: «Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos» (Lc 2,51). Esta «sumisión», es decir, la obediencia de Jesús en la casa de Nazaret, es entendida también como participación en el trabajo de José. El que era llamado el «hijo del carpintero» había aprendido el trabajo de su «padre» putativo. Si la Familia de Nazaret en el orden de la salvación y de la santidad es ejemplo y modelo para las familias humanas, lo es también análogamente el trabajo de Jesús al lado de José, el carpintero. En nuestra época la Iglesia ha puesto también esto de relieve con la fiesta litúrgica de San José Obrero, el 1 de mayo. El trabajo humano y, en particular, el trabajo manual tienen en el Evangelio un significado especial. Junto con la humanidad del Hijo de Dios, el trabajo ha formado parte del misterio de la encarnación, y también ha sido redimido de modo particular. Gracias a su banco de trabajo sobre el que ejercía su profesión con Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la redención. 23. En el crecimiento humano de Jesús «en sabiduría, edad y gracia» representó una parte notable la virtud de la laboriosidad, al ser «el trabajo un bien del hombre» que «transforma la naturaleza» y que hace al hombre «en cierto sentido más hombre» (cf. Enc. Laborem exercens, 24). La importancia del trabajo en la vida del hombre requiere que se conozcan y asimilen aquellos contenidos «que ayuden a todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos respecto al hombre y al mundo y a profundizar en sus vidas la amistad con Cristo, asumiendo mediante la fe una viva participación en su triple misión de sacerdote, profeta y rey» (cf. Enc. Laborem exercens, 24). 24. Se trata, en definitiva, de la santificación de la vida cotidiana, que cada uno debe alcanzar según el propio estado y que puede ser fomentada según un modelo accesible a todos: «San José es el modelo de los humildes, que el cristianismo eleva a grandes destinos; san José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan "grandes cosas", sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas» (Pablo VI, 13-III-1969). * * * SOBRE LA ACTIVIDAD HUMANA EN TODO EL MUNDO Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, nn. 33-34 Con su trabajo y su ingenio el hombre se ha esforzado siempre por mejorar su vida; pero hoy, gracias a la ayuda de la ciencia y de la técnica, ha desarrollado y sigue desarrollando su dominio sobre casi toda la naturaleza y, gracias sobre todo a las múltiples relaciones de todo tipo establecidas entre las naciones, la familia humana se va reconociendo y constituyendo progresivamente como una única comunidad en todo el mundo. De donde resulta que muchos bienes que el hombre esperaba alcanzar de las fuerzas superiores, hoy se los procura con su propio trabajo. Ante este inmenso esfuerzo, que abarca ya a todo el género humano, el hombre no deja de plantearse numerosas preguntas: ¿Cuál es el sentido y el valor de esa actividad? ¿Cómo deben ser utilizados todos estos bienes? Los esfuerzos individuales y colectivos ¿qué fin intentan conseguir? La Iglesia, que guarda el depósito de la palabra Dios, de la que se deducen los principios en el orden moral y religioso, aunque no tenga una respuesta preparada para cada pregunta, intenta unir la luz de la revelación con el saber humano para iluminar el nuevo camino emprendido por la humanidad. Para los creyentes es cierto que la actividad humana individual o colectiva o el ingente esfuerzo realizado por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de Dios. Pues el hombre, creado a imagen de Dios, recibió el mandato de que, sometiendo a su dominio la tierra y todo cuanto ella contiene, gobernase el mundo con justicia y santidad, y de que, reconociendo a Dios como creador de todas las cosas, dirija su persona y todas las cosas a Dios, para que, sometidas todas las cosas al hombre, el nombre de Dios sea admirable en todo el mundo. Esta verdad tiene su vigencia también en los trabajos más ordinarios. Porque los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y sus familias, disponen su trabajo de tal forma que resulte beneficioso para la sociedad, con toda razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen con su trabajo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia. Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, están por el contrario convencidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio. Cuanto más aumenta el poder del hombre, tanto más grande es su responsabilidad, tanto individual como colectiva. De donde se sigue que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo, ni los lleva a despreocuparse del bien de sus semejantes, sino que más bien les impone esta colaboración como un deber. * * * MARÍA Y LA VIDA ESPIRITUAL FRANCISCANA (I) por León Amorós, OFM Nuestro Seráfico Padre es uno de esos hombres insignes previstos y predestinados en la mente divina para las grandes gestas de la gloria de Dios, y Asís el lugar preordenado por el Señor para irradiar su acción bienhechora sobre inmensa muchedumbre de almas. En fuerza de la asociación inseparable que existe entre Jesucristo y su Santísima Madre por virtud del misterio de la Encarnación, toda acción divina, allí donde obre, ha de ir siempre acompañada de la cooperación de la Santísima Virgen, que será más o menos manifiesta a nuestros humanos ojos, pero realísima y hondamente radicada en este principio teológico, rector de la presente economía de la gracia. La pasmosa vida sobrenatural de Francisco, tan rica en divinas experiencias como favorecida en dones celestiales, que le habían de constituir el gran cantor de las divinas alabanzas en el acordado concierto de la creación y aptísimo al par que docilísimo instrumento, manejado por manos divinas, para irradiar poderosas corrientes de vida sobrenatural, debió tener, y tuvo, según el principio enunciado, una vida mariana abundante y opulenta, radicada en lo más íntimo de su espíritu, con sabrosísimas experiencias de la presencia de la Virgen Santísima en su alma. Y el nacimiento de su obra, de prolongado y profundo apostolado, había de tener también como cuna la ciudad de Asís y cabe al santuario de la Santísima Virgen de los Angeles, madre y maestra de aquella pequeña grey, origen y principio de la Orden Seráfica. La Orden Franciscana es, en los planes de Dios, una pieza de excepcional importancia en la contextura de la historia de la Iglesia. Los hechos así lo han demostrado y siguen demostrándolo. Forzoso era, que, siguiendo la ley natural, también estuviera presente la Virgen Santísima en el origen y ulterior proceso y actividad de esta grande obra. Nuestro Seráfico Padre, en quien, según venimos diciendo, los divinos carismas con tanta prodigalidad habían de darse cita, debió tener una vida mariana intensa, porque también fue muy subida su vida divina interior, y porque era el fundador de una grande obra de irradiación de los dones divinos. Aunque los testimonios de la vida mariana del Santo Padre que han llegado a nosotros no son muy abundantes, son, sin embargo, muy significativos y elocuentes en orden a esta espiritualidad. Dice San Buenaventura: «Nunca he leído de santo alguno que no haya profesado especial devoción a la gloriosa Virgen». Y de San Francisco, el Santo Doctor no solamente leyó su vida, sino que fue escritor de sus gestas. Como biógrafo, pues, del Seráfico Padre, cuyas fuentes de información fueron los propios compañeros del Santo Padre, pudo sondear muy bien las interioridades del espíritu del Pobrecillo, para descubrir allí los principios rectores de toda su esplendorosa vida espiritual. Naturalmente, éstos no podían ser más que Jesús y María. Es principio teológico inconcuso, como luego veremos, que la acción de la Santísima Virgen en el proceso de toda vida cristiana a partir del santo Bautismo, y aun antes de él por la vocación a la fe, es realísima y honda, como colaboradora que es del mismo principio fontal de donde dimanan todos los dones divinos, que es Jesucristo. Esta actuación, real en todas las almas, puede ser más o menos consciente en el sujeto que la recibe y, consiguientemente, con manifestaciones más o menos explícitas, en el desarrollo normal de la vida espiritual del cristiano. Nuestro Santo Padre, predestinado por el Señor para fundar la Orden que, con el transcurso del tiempo había de vivir, sentir y defender la gran prerrogativa de la Virgen Santísima, su Concepción Inmaculada, forzoso era que la vida mariana fuera en él intensa y plenamente consciente. [Cf. el texto completo en http://www.franciscanos.org/virgen/lamoros.html]

domingo, 23 de abril de 2017

23 DE ABRIL: SAN JORGE Y DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO

El nombre de Jorge viene del griego y significa: "agricultor, que trabaja en la tierra". A pesar de la popularidad de San Jorge, se conocen muy pocos datos de él, y casi todas sus noticias se basan en leyendas y tradiciones que han pasado de boca en boca a lo largo de los siglos. Todos los historiadores y escritores de libros de santos, suelen coincidir en que fue un soldado romano, nacido en el siglo III en Capadocia (Turquía) y que falleció a principios del IV, probablemente en la ciudad de Lydda, la actual Lod de Israel. Sus padres, según la tradición, eran labradores y tenían mucho dinero. En otras versiones de la historia de San Jorge, se nos dice que su padre era militar y que por ese motivo su hijo quiso seguir sus pasos. La leyenda del dragón La leyenda más difundida de San Jorge es sin duda la del dragón, en la cuál se nos presenta a nuestro santo como un soldado o caballero que lucha contra un ser monstruoso (el dragón) que vivía en un lago y que tenía atemorizada a toda una población situada en Libia. Dicho animal exigía dos corderos diarios para alimentarse a fin de no aproximarse a la ciudad, ya que desprendía un hedor muy fuerte y contaminaba todo lo que estaba vivo. (Recuerda, amigo cibernauta que en aquellos tiempos no existían dentífricos!!!). Al final ocurrió que los ganaderos se quedaron casi sin ovejas y decidieron que se le entregara cada día una persona viva, que sería escogida bajo un sorteo. Un buen día, le toco la "suerte" a la hija del rey, pero, cuando el monstruo iba a comérsela, San Jorge la salvó. Es por ese motivo que en Cataluña, San Jorge (Sant Jordi) es el patrón de los enamorados. La leyenda de San Jorge fue escrita en el siglo XIII por Santiago de la Vorágine en su célebre obra "La Leyenda dorada". En ella, podemos descubrir que todos estamos llamados a ser un caballero, no solamente para salvar princesas bonitas como la que se nos narra!, si no para salvar a aquellas personas que tanto sufren en nuestra sociedad. El dragón simboliza el mal de nuestro mundo: pobreza, insolidaridad, hipocresía ... Cabe decir, que la tradición catalana de esta leyenda del dragón, no se ambienta en el país de Libia, sino en Cataluña mismo, concretamente en la ciudad de Montblanc (Tarragona). Cada 23 de abril, en esta ciudad hacen una gran representación, como también en Alcoi (Alicante), donde se escenifica la ayuda del santo a sus ciudadanos para que no fueran atacados por los moriscos. El cristianismo de San Jorge Después de unos años en el ejército romano, San Jorge se da cuenta que su verdadero ejército es el de Jesucristo, reparte sus bienes entre los pobres, renuncia a su carrera militar y se enfrenta a las autoridades romanas. Es de destacar que las actas del martirio de nuestro santo se perdieron y solamente podemos saber algo de ellas a partir de la tradición popular. Por tanto, nos encontramos ante el hecho que, pese a existir históricamente un martirio de San Jorge, no se pueden tomar como históricas tales tradiciones. De todas formas, dichas narraciones son un símbolo de los ideales y de las convicciones de aquellos cristianos que lo dieron todo por su fe en Jesucristo. San Jorge sufrió el martirio en la actual ciudad de Lod (Israel) a principios del año 300 en tiempo de los emperadores Diocleciano y Maximiliano. Fue el mismo Santiago de la Vorágine que en su obra "La Leyenda dorada" difundió el martirio de San Jorge. ¿Qué nos enseña el martirio de San Jorge? Como en tantos otros relatos populares de martirios, detrás de lo que son las inexactitudes históricas, se oculta la intuición de verdades muy profundas. Así, en el caso del martirio de San Jorge, aparece con mucha claridad, por un lado, la dimensión evangelizadora de su testimonio, y, por el otro, el ejemplo de caridad ardiente que muestra con su conducta. Joan Llopis, en el libro "San Jorge" editado por el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona, explica muy acertadamente que lo que mueve interiormente al santo a dejar su vida de soldado y dedicarse a la de predicador, es la fuerza de su fe cristiana que tiene necesidad de comunicar a los demás las convicciones propias, aunque esto le lleve finalmente a la muerte. Escribe textualmente Joan Llopis: "El martirio es, ciertamente, un testimonio de la fe. Pero es, sobre todo, un testimonio de la caridad. La biografía popular de San Jorge se complace en destacar el hecho de la generosa distribución de los bienes a los pobres que el invicto mártir lleva a cabo antes de dedicarse a la defensa pública de la fe cristiana. Es un modo plástico de insistir en una verdad que siempre ha formado parte del núcleo esencial del mensaje cristiano: no se puede separar la fe en Dios y el amor práctico y concreto a los hermanos". La Cruz de San Jorge En las estampas que se difunden sobre el santo, hay un detalle que no nos puede pasar por alto: el escudo. En él, hay una cruz roja sobre fondo blanco. En otras estampas, sale representada en el escudo del santo caballero. Esta cruz es la conocida "Cruz de San Jorge" y figura en muchas representaciones gráficas de Jesucristo resucitado, donde sale victorioso del sepulcro: "Cristus Rex". Si hacemos un estudio del tema, podemos decir que la cruz, símbolo de derrota y de muerte, se convierte en el caso de Cristo y de sus mártires, en signo de victoria y de vida. En este caso, la cruz es signo de victoria. Hay algunos teólogos, que aprovechando que la fiesta de San Jorge cae siempre dentro del tiempo pascual, relacionan la muerte pascual del mártir con la muerte pascual de Jesús. La Cruz de San Jorge es muy popular también en Cataluña: "La Creu de Sant Jordi". Muchos escudos de entidades y ciudades lo llevan. Tenemos dos ejemplos claros: el escudo de la ciudad de Barcelona y el del Futbol Club Barcelona (el Barça). Incluso, la Generalitat (Gobierno de Cataluña) distingue cada año a personajes populares que han hecho algo positivo para Cataluña con la distinción de la "Creu de Sant Jordi" (Cruz de San Jorge) Culto y tradiciones. El día del libro El culto a San Jorge surgió poco tiempo después de su muerte, primero entre las comunidades cristianas de Oriente y después entre las de Occidente. Su popularidad era tan grande que recibió el calificativo de "gran mártir". Muy pronto se alzan templos en su honor. Pero es curioso destacar que, en la diócesis de Girona, solamente hay una iglesia parroquial dedicada a él, la de Sant Jordi Desvalls y sólo tres ermitas o capillas situadas en Calonge, Lloret de Mar y Sant Llorenç de la Muga. En Cataluña el día de su onomástica es considerada como una auténtica fiesta, aunque caiga en día laborable. Es "El dia del libro y de la rosa". En todas las poblaciones catalanas hay paradas con libros y rosas. Tal y como ya te he comentado en el principio, los catalanes celebran por San Jorge el día de los enamorados. El hombre regala una rosa a su persona querida, y ésta, le regala un libro. Los estudiantes son los primeros en querer "hacer el agosto", ya que montan sus paradas para sacar así un dinerito para el viaje de fin de curso. Cabe decir que la coincidencia del Día del Libro con la festividad de San Jorge no tiene nada que ver con el santo. El Día del Libro comenzó a celebrarse el 7 de octubre de 1926 en conmemoración del día de nacimiento de Miguel de Cervantes. La idea fue del escritor y editor valenciano, afincado en Barcelona, Vicent Clavel Andrés que la propuso a la Cámara Oficial del Libro de Barcelona. El 6 de febrero de 1926, el gobierno español presidido por Miguel Primo de Rivera lo aceptó y el rey Alfonso XIII firmó el Real decreto que instituía la “Fiesta del Libro Español”. En 1930 se acordó cambiar la fecha trasladándola al 23 de abril, día de la muerte de Cervantes. Cabe decir que Miguel de Cervantes estuvo muy bien relacionado con Barcelona, ciudad de la que dedicó grandes elogios en su obra “Don Quijote de la Mancha” y en la que su protagonista visitaba una imprenta. En 1995, la UNESCO instituyó el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del derecho de autor. Se calcula que más de 80 países del mundo celebran el Día del Libro por esta fecha, aunque Gran Bretaña e Irlanda lo festejen el 14 de marzo. Cabe recordar también que un 23 de abril de 1981, fallecía un gran escritor catalán como fue Josep Pla y que en 1616 lo haría el célebre dramaturgo inglés William Shakespeare. Patronazgo y protección Es el patrón de Cataluña, junto a Nuestra Señora de Montserrat. También lo es de Aragón y de los siguientes países: Georgia, Grecia, Inglaterra, Lituania, Polonia, Portugal, Rusia y Serbia. También es el patrón de los caballeros y de los "Boy Scouts", y, en Cataluña, de los enamorados y de algunos campesinos que le imploran por sus campos de cebada. Se le invoca para bendecir una casa nueva y contra las arañas. (Fuente: El Ángel de la Web) Oración a San Jorge San Jorge, queremos recordarte como te recuerda la antigua tradición. Tú abandonaste los éxitos militares y distribuiste tus bienes entre los pobres. Tú abandonaste a los dioses poderosos del Imperio para seguir al Mesías crucificado. Tú abandonaste la seguridad de tu linaje para unirte a la comunidad de los cristianos. Tú diste la vida por amor al Evangelio. San Jorge, mártir, compañero fiel de Jesús. Nos gusta recordarte en la luz de la primavera y de la Pascua; nos gusta recordarte potente en el combate contra todo dolor y toda esclavitud. San Jorge, mártir, compañero fiel de Jesús. Ayúdanos a enamorarnos del Evangelio, ayúdanos a vivir esa fe que tú tan intensamente viviste, ayúdanos a hacer posible que todo el mundo pueda sentir la felicidad de la primavera. Contactar Santopedia en tu web Daily Saints Legal | Cookies © CC BY-NC-ND

lunes, 17 de abril de 2017

LA CULTURA Y EL FUTURO DE EUROPA EN SERIO PELIGRO DE EXTINCIÓN

Jesús dijo a sus
discípulos en la Última Cena: «Hijitos, me queda poco de estar con vosotros...
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado,
amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos:
si os amáis unos a otros» (Jn 13,33-35).




MUCHA PAZ TIENEN LOS QUE
AMAN TUS LEYES
San León Magno, Sermón
95,8-9 sobre las bienaventuranzas
Con toda razón se promete
a los limpios de corazón la bienaventuranza de la visión divina. Nunca una vida
manchada podrá contemplar el esplendor de la luz verdadera, pues aquello mismo
que constituirá el gozo de las almas limpias será el castigo de las que estén
manchadas. Que huyan, pues, las tinieblas de la vanidad terrena y que los ojos
del alma se purifiquen de las inmundicias del pecado, para que así puedan
saciarse gozando en paz de la magnífica visión de Dios.
Pero para merecer este
don es necesario lo que a continuación sigue: Dichosos los que trabajan por la
paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios. Esta bienaventuranza,
amadísimos, no puede referirse a cualquier clase de concordia o armonía humana,
sino que debe entenderse precisamente de aquella a la que alude el Apóstol
cuando dice: Estad en paz con Dios, o a la que se refiere el salmista al
afirmar: Mucha paz tienen los que aman tus leyes, y nada los hace tropezar.
Esta paz no se logra ni
con los lazos de la más íntima amistad ni con una profunda semejanza de
carácter, si todo ello no está fundamentado en una total comunión de nuestra
voluntad con la voluntad de Dios. Una amistad fundada en deseos pecaminosos, en
pactos que arrancan de la injusticia y en el acuerdo que parte de los vicios nada
tiene que ver con el logro de esta paz. El amor del mundo y el amor de Dios no
concuerdan entre sí, ni puede uno tener su parte entre los hijos de Dios si no
se ha separado antes del consorcio de los que viven según la carne. Mas los que
sin cesar se esfuerzan por mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la
paz jamás se apartan de la ley divina, diciendo, por ello, fielmente en la
oración: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
Estos son los que obran
la paz, éstos los que viven santamente unánimes y concordes, y por ello merecen
ser llamados con el nombre eterno de hijos de Dios y coherederos con Cristo;
todo ello lo realiza el amor de Dios y el amor del prójimo, y de tal manera lo
realiza que ya no sienten ninguna adversidad ni temen ningún tropiezo, sino
que, superado el combate de todas las tentaciones, descansan tranquilamente en
la paz de Dios, por nuestro Señor Jesucristo, que, con el Padre y el Espíritu
Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
* * *
LA ADMIRACIÓN EN
FRANCISCO DE ASÍS
por Michel Hubaut, OFM
La admiración, vocación
sacerdotal del hombre
El amor gratuito, la
Bondad, que es la fuente de todas las cosas y que un día llegará a plenitud en
todas las cosas, aparecen ya con transparencia a los ojos de Francisco. Su
admiración, su asombro, se vuelve entonces acción de gracias. Advirtamos que el
retorno a la naturaleza no conduce automáticamente a Dios. El hombre -incluido
el ecologista- puede también recluirse en la creación, prisionero de sí mismo.
Puede también hacerse dios, centro absoluto. Puede desviar las criaturas en
torno a sí mismo, apropiárselas y, así, fracasar en su propia misión, que
consiste en convertir en canto al universo creado, devolviéndoselo al Creador
en acción de gracias. Francisco, desapropiado, pobre, reencontró la función
sacerdotal del hombre libre. Para Francisco, toda oración y toda acción humanas
son un movimiento de retorno (reddere) a Aquel que es la fuente de todo. Si
todas las criaturas convergen en el hombre, éste debe prestar su inteligencia y
su voz al universo para expresar así la finalidad del mundo:
«Y restituyamos todos los
bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos son suyos, y
démosle gracias por todos ellos, ya que todo bien de Él procede. Y el mismo
altísimo y sumo, solo Dios verdadero, posea, a Él se le tributen y Él reciba
todos los honores y reverencias, todas las alabanzas y bendiciones, todas las
acciones de gracias y la gloria; suyo es todo bien; sólo Él es bueno» (1 R
17,17-18).
Un novelista
contemporáneo comentaba, ciertamente sin saberlo, todo esto magníficamente:
«Se admite una ley en la
marcha del universo: la ley de la Ascensión. Una permanente Ascensión, de lo
inerte a lo vivo, de lo vivo a lo espiritual, de lo espiritual a lo divino. Del
árbol que eleva hacia el cielo y hacia el sol las moléculas muertas que reposan
en la oscuridad de la tierra, y las transforma en hojas vivas y en flores
estallantes, hasta el hombre que, no contento con erigir columnas y torres,
alza su alma hasta la contemplación.
»El movimiento alternado
de todas las criaturas, desde el corpúsculo que flota sobre las aguas muertas
hasta el santo en oración, sólo es un retorno: el retorno a la residencia
natal, a la fuente primigenia. Desde el átomo hasta el genio, todos somos
simples peregrinos que caminamos por el camino de regreso y buscamos a tientas,
en la oscuridad y en la luz, con angustia obstinada, las gradas de la
Ascensión.
»Todo ha descendido de
arriba; todo aspira ardientemente a volver arriba. Retorno de la materia al
Espíritu, de la muerte a la vida, del pecado a la inocencia, de lo animal a la
humanidad, del hombre a Dios» (Giovanni Papini, Carta a los hombres).
Pero, en este retorno de
acción de gracias, Francisco es también consciente de que el hombre no es capaz
de hacerlo con toda la profundidad que conviene: «Y porque todos nosotros,
míseros y pecadores, no somos dignos de nombrarte, imploramos suplicantes que
nuestro Señor Jesucristo, tu hijo Amado, en quien has hallado complacencia, que
te basta siempre para todo y por quien tantas cosas nos has hecho, te dé
gracias de todo junto con el Espíritu Santo Paráclito como a ti y a Él mismo le
agrada. ¡Aleluya!» (1 R 23,5).
Una vez más, todo
converge en el canto. Si el hombre resume el homenaje de la creación, el hombre
está orientado a Cristo que admira y da gracias al Padre: «Todo es vuestro; y
vosotros, de Cristo y Cristo, de Dios» (1 Cor 3,21-22).
Si Francisco invita al
hermano halcón, al hermano lobo, a la hermana cigarra y a la hermana
golondrina... a alabar a su creador, no es, pues, por mera emoción romántica o
estética. En su canto no hay rasgo alguno de panteísmo. Esta mirada asombrada
no le desvía en modo alguno de las realidades terrenas, sino que da al universo
creado su verdadera consistencia y profundidad, y al hombre su verdadera
vocación. Como un «nuevo Adán», Francisco reencontró la capacidad de asombro y
admiración del estado de gracia original.
¡Pobre de todo, le es
devuelto todo! Fraterniza con nuestra madre Tierra durmiendo abandonado a ella,
a ras de suelo, o internándose en las grutas para orar. Se abandonó por entero
a las cosas, con santa obediencia a la realidad de las criaturas: la piedra, el
agua, el sol, el viento. Aprendió a conocer las cosas caminando en cualquier
época a lo largo de los caminos o retirándose a lugares escabrosos y solitarios
de la montaña. Vivió en contacto directo con los mismos. Mantuvo contacto con
la realidad simple y dura de las cosas. Y entonces puede admirar y asombrarse,
pues conoce en su propia carne el valor de un trozo de pan, de un vaso de agua,
del fuego... Todo se convierte en signo que abre un camino hacia el misterio de
la Fuente de la vida. Por haberse sumergido, humildemente, pobremente, en el
manantial escondido de los seres y de las cosas, puede presentir en ellas la
armonía cósmica universal y fraterna.
Su admiración y asombro
es un canto inmenso: el canto sin fronteras de la fe, de la esperanza, del
perdón y de la reconciliación universal en Cristo Señor: «¡Qué abismo de
riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios!... ¿Quién le ha dado
primero para tener derecho a la recompensa? Porque de él, por él y para él
existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén» (Rom 11,33-36).

domingo, 16 de abril de 2017

LA MAYOR REVOLUCIÓN DE LA HISTORIA



Hace tres mil millones de
años se dio la primera gran revolución.
  Comenzó
la vida en la tierra. Hace tres millones de años comenzó la gran revolución de
la conciencia. Apareció el ser humano que renunció a los grandes colmillos ya
las garras y apostó por la sabiduría. Hace algo más de dos mil años comenzó la
mayor de las revoluciones. La revolución del espíritu. La humanidad renunció al
poder y la violencia y apostó por la compasión, el amor y la verdad. La vida
trajo a lucha por la supervivencia. La conciencia trajo el horizonte de la
muerte. El espíritu trajo la inmortalidad porque el espíritu del Señor no puede
ser destruido. FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN.


miércoles, 12 de abril de 2017

DÍA 12 DE ABRIL:SANTA TERESA DE JESÚS DE LOS ANDES, etc.

SANTA TERESA DE JESÚS DE LOS ANDES. Nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900, en el seno de una familia acomodada y muy cristiana. Desde su niñez procuró comulgar diariamente y pasar largo rato en diálogo amistoso con Jesús, a la vez que vivía una intensa vida mariana. Profundamente afectiva, se creía incapaz de vivir separada de los suyos. Sin embargo, asumió generosa la prueba de estudiar en régimen de internado, como entrenamiento para la separación definitiva que consumaría el 7 de mayo de 1919, ingresando en las Carmelitas Descalzas de Los Andes. No alcanzó a vivir ni un año entero en el convento, pues murió de tifus el 12 de abril de 1920. Las religiosas aseguraban que había entrado ya santa. Cristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca, decía ella. Alcanzó una envidiable madurez integrando en la más armoniosa síntesis lo divino y lo humano: oración, estudios, deberes hogareños... y deporte, al que era aficionadísima. Juan Pablo II la canonizó en 1993. SAN JOSÉ MOSCATI. Es un modelo de seglar cristiano, médico, catedrático, investigador, un profesional que enseña a ser santos en el trabajo cotidiano. Nació en Benevento (Italia) el año 1880; su padre era magistrado. Se doctoró en medicina en la Universidad de Nápoles y enseguida empezó a ejercerla en el hospital napolitano de los Incurables. Se dedicó, además, a la enseñanza y a la investigación, y participó en muchos congresos científicos. Fue siempre un modelo del médico consciente de sus deberes profesionales y de su misión humana y cristiana ante la persona que sufre. Hombre de profundos sentimientos religiosos, se santificaba en su trabajo y en la vida de piedad y oración que acompañaba el ejercicio de su labor como médico. Se volcó en la atención de sus pacientes día a día, y se multiplicó en circunstancias especiales como la erupción del Vesubio en 1906 o la epidemia de cólera en 1911. Cuidaba los cuerpos y se preocupaba por las almas. Fue generoso y delicado con los pobres. Murió de improviso el 12 de abril de 1927 en Nápoles. Lo canonizó Juan Pablo II en 1987. * * * San Alferio. Nació en Salerno (Italia) el año 930 de familia noble. Estuvo mucho tiempo al servicio de Guaimario, príncipe de su ciudad, quien lo envió como legado suyo al rey de Francia. Enfermó por el camino y se hospedó en el monasterio de Chiusa, en el que vistió el hábito benedictino y del que pasó al de Cluny, donde fue discípulo de san Odilón. Años después, el príncipe de Salerno lo llamó para que reformara los monasterios de su tierra. No lo consiguió, y se retiró a Cava dei Tirreni donde fundó el monasterio cluniacense que tanta influencia tuvo después en la reforma monástica. Murió el año 1050. San Basilio. Obispo de Pario, en el Helesponto (Turquía), que, por defender el culto de las sagradas imágenes contra los iconoclastas, padeció azotes, cadenas y destierro. Murió el año 735. San Constantino. Fue obispo de Gap, en Provenza (Francia), a mediados del siglo VI. San Damián. Obispo de Pavía (Italia). En el III Concilio de Constantinopla se leyó una carta suya sobre la recta fe acerca de la voluntad y del obrar de Cristo. Murió el año 697. San David Uribe Velasco. Nació en Buenavista de Cuéllar (México) el año 1888. Ingresó en el seminario de Chilapa, y se ordenó de sacerdote en 1913. Fue secretario del obispo de Tabasco y luego se dedicó a la pastoral parroquial en condiciones adversas por la persecución desatada contra la Iglesia, lo que le obligó a pasar a la clandestinidad. Detenido y acusado en falso, el jefe militar le ofreció la libertad si aceptaba la nueva situación y ser obispo de la iglesia cismática creada por el gobierno de la república, lo que rechazó rotundamente. Lo fusilaron el año 1927 en San José Vista Hermosa, diócesis de Cuernavaca. San Erkembodón. Fue monje benedictino en la abadía de Sithieu, cerca de Saint-Omer (Francia), de la que llegó a ser abad. Después fue elegido obispo de Thérouanne, pero sin dejar su cargo de abad. Gobernó ambas entidades con gran celo apostólico. Murió el año 742. San Julio I, papa del año 337 al año 352. Le tocó gobernar la Iglesia en tiempos difíciles, tanto en lo político (por la ingerencia de los hijos de Constantino en asuntos eclesiásticos) como en lo religioso (por la herejía arriana que negaba la divinidad de Cristo). Custodió valientemente la fe católica del Concilio de Nicea que proclamaba la divinidad de Cristo, y defendió y acogió a san Atanasio, perseguido y exiliado. Reunió el año 343 el concilio de Sárdica. San Sabas el Godo. Durante la persecución contra los cristianos desatada por el rey godo Atanarico en Capadocia, lo sometieron a muchas torturas y luego lo ahogaron en el río, tres días después de la Pascua del Señor, por haber rehusado comer viandas ofrecidas a los ídolos. Sucedió en Capadocia (en la actual Turquía) el año 372. Santas Visia y Sofía. Vírgenes cristianas que sufrieron el martirio en Fermo, región de las Marcas en Italia, en una fecha desconocida de la antigüedad cristiana. San Zenón. Oriundo de África, fue elegido obispo de Verona (Italia) el año 362. Puso todo el empeño en evangelizar a sus gentes y en hacer frente al paganismo y al arrianismo, que combatió en sus discursos. Sus escritos, que recuerdan a los grandes autores africanos, dan importantes noticias sobre su actividad pastoral. Su preocupación principal fue confirmar al clero y al pueblo en la vida de fe, sobre todo con el ejemplo de su caridad, humildad, pobreza personal y generosidad hacia los necesitados. Murió el año 372. Beato Lorenzo. Fue un sacerdote de la Orden de San Jerónimo, que vivió en el siglo XIV en el monasterio de Belem, cerca de Lisboa (Portugal), al que acudían muchísimos penitentes, atraídos por su fama de santidad y de discreción de espíritus. Beatos Pedro Ruiz y Pedro Roca. Eran dos jóvenes religiosos Hijos de la Sagrada Familia, estudiantes de teología, que aspiraban a recibir un día la ordenación sacerdotal. Al estallar la persecución religiosa se refugiaron en Mura y luego en Manresa. Para terminar los estudios teológicos y ser ordenados sacerdotes, se pusieron en camino hacia Roma, pero fueron detenidos el 4 de abril de 1937 y encarcelados en Manresa. Los asesinaron en Sant Fruitós de Bagues (Barcelona) el 12 de abril de 1937. Pedro Ruiz nació en Vilviestre de Muñó (Burgos) en 1912; hizo su profesión religiosa en 1928; era escolar teólogo de tercer año y había recibido las órdenes menores. Pedro Roca nació Mura (Barcelona) en 1916; hizo su profesión religiosa en 1933; era escolar teólogo de primer año. Beatificados el 13-X-2013. PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN Pensamiento bíblico: El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro. No encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes que les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No esta aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar». Y recordaron sus palabras. Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás (cf. Lc 24,1-9). Pensamiento franciscano: Dice san Francisco en su Testamento: «A todos los sacerdotes quiero temer, amar y honrar como a mis señores. Y no quiero en ellos considerar pecado, porque discierno en ellos al Hijo de Dios, y son señores míos. Y lo hago por esto, porque nada veo corporalmente en este siglo del mismo altísimo Hijo de Dios, sino su santísimo Cuerpo y su santísima Sangre, que ellos reciben y ellos solos administran a los otros» (Test 8-10). Orar con la Iglesia: Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros quiso morir y ser sepultado para resucitar de entre los muertos. -Oh Señor, que junto a tu cruz tuviste a tu Madre dolorosa que participó en tu aflicción, haz que sepamos participar en tu pasión. -Señor Jesús, que como grano de trigo caíste en la tierra para morir y dar fruto abundante, haz que todos muramos al pecado y vivamos para Dios. -Pastor bueno de la Iglesia, que quisiste ocultarte en el sepulcro para dar la vida a los hombres, haz que vivamos escondidos contigo en Dios. -Nuevo Adán, que bajaste al reino de la muerte para librar a los justos, haz que nosotros, muertos al pecado, te sigamos hasta la gloria. -Cristo, Hijo del Dios vivo, que has querido que por el bautismo fuéramos sepultados contigo en la muerte, haz que resucitemos ya a la vida nueva. Oración: Señor Jesucristo, vencedor de la muerte, líbranos de la esclavitud del pecado. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. * * * EL «LUNES DEL ÁNGEL» Benedicto XVI, Regina Caeli del 5 de abril de 2010 Queridos hermanos y hermanas: En la luz de la Pascua, que celebramos durante toda esta semana, renuevo mi más cordial deseo de paz y alegría. Como sabéis, el lunes que sigue al domingo de Resurrección se llama tradicionalmente «lunes del Ángel». Es muy interesante profundizar en esta referencia al «ángel». Naturalmente, el pensamiento se dirige inmediatamente a los relatos evangélicos de la resurrección de Jesús, en los que aparece la figura de un mensajero del Señor. San Mateo escribe: «De pronto se produjo un gran terremoto, pues el ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve» (Mt 28,2-3). Todos los evangelistas precisan luego que, cuando las mujeres se dirigieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío, fue un ángel quien les anunció que Jesús había resucitado. En san Mateo este mensajero del Señor les dice: «No temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado; no está aquí; ha resucitado, como lo había dicho» (Mt 28,5-6); seguidamente les muestra la tumba vacía y les encarga que lleven el anuncio a los discípulos. San Marcos describe al ángel como «un joven, vestido con una túnica blanca», que da a las mujeres ese mismo mensaje (cf. Mc 16,5-6). San Lucas habla de «dos hombres con vestidos resplandecientes», que recuerdan a las mujeres que Jesús les había anunciado mucho antes su muerte y resurrección (cf. Lc 24,4-7). También san Juan habla de «dos ángeles vestidos de blanco»; es María Magdalena quien los ve mientras llora cerca del sepulcro, y le dicen: «Mujer, ¿por qué lloras?» (Jn 20,11-13). Pero el ángel de la resurrección tiene también otro significado. Conviene recordar que el término «ángel», además de definir a los ángeles, criaturas espirituales dotadas de inteligencia y voluntad, servidores y mensajeros de Dios, es asimismo uno de los títulos más antiguos atribuidos a Jesús mismo. Por ejemplo, en Tertuliano, en el siglo III, leemos: «Él -Cristo- también ha sido llamado "ángel de consejo", es decir, anunciador, término que denota un oficio, no la naturaleza. En efecto, debía anunciar al mundo el gran designio del Padre para la restauración del hombre» (De carne Christi, 14). Así escribe Tertuliano. Por consiguiente, Jesucristo, el Hijo de Dios, también es llamado el ángel de Dios Padre: él es el Mensajero por excelencia de su amor. Queridos amigos, pensemos ahora en lo que Jesús resucitado dijo a los Apóstoles: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20,21); y les comunicó su Espíritu Santo. Eso significa que, como Jesús fue el anunciador del amor de Dios Padre, también nosotros lo debemos ser de la caridad de Cristo: somos mensajeros de su resurrección, de su victoria sobre el mal y sobre la muerte, portadores de su amor divino. Ciertamente, seguimos siendo por naturaleza hombres y mujeres, pero recibimos la misión de «ángeles», mensajeros de Cristo: a todos se nos da en el Bautismo y en la Confirmación. De modo especial la reciben los sacerdotes, ministros de Cristo, a través del sacramento del Orden; me complace subrayarlo en este Año sacerdotal. Queridos hermanos y hermanas, nos dirigimos ahora a la Virgen María, invocándola como Regina caeli, Reina del cielo. Que ella nos ayude a acoger plenamente la gracia del misterio pascual y a ser mensajeros valientes y gozosos de la resurrección de Cristo. [Después del Regina Cæli] Dirijo mi cordial saludo a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. Que el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte llene vuestra vida de alegría y paz, y os ayude siempre a ser consecuentes con vuestra condición de cristianos. No tengáis miedo. Cristo ha resucitado y vive entre nosotros. Su presencia amorosa acompaña el camino de la Iglesia y la sostiene en medio de las dificultades. Con esta certeza en vuestro corazón, ofreced al mundo un testimonio sereno y valiente de la vida nueva que brota del Evangelio. * * * ¿QUÉ MEJOR NOTICIA PODEMOS DAR QUE ÉSTA: EL SALVADOR HA RESUCITADO? San Agustín, Sermón 45 (5) sobre el A. Testamento ¿Qué es la Iglesia? El Cuerpo de Cristo. Añádele la cabeza y tendrás un hombre completo. Cabeza y cuerpo forman un solo hombre. ¿Quién es la cabeza? Aquel que nació de la Virgen María, que asumió una carne mortal sin pecado, que fue abofeteado, flagelado, despreciado y crucificado por los judíos, que fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Él es la cabeza de la Iglesia, él es el pan que procede de aquella tierra. Y, ¿cuál es su cuerpo? Su esposa, esto es, la Iglesia. Serán los dos una sola carne. Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. Así se expresó también el Señor en el evangelio, cuando dijo hablando del varón y de la mujer: De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Quiso por tanto que Dios-Cristo y la Iglesia fuesen un solo hombre. Allí está la cabeza, aquí los miembros. No quiso resucitar con los miembros, sino antes que ellos, para motivar la esperanza de los miembros. Y si la cabeza quiso morir, fue para ser el primero en resucitar, el primero en subir a los cielos, de modo que los demás miembros depositaran la esperanza en su Cabeza, y aguardaran el cumplimiento en sí mismos de lo que previamente se había realizado en su cabeza. ¿Qué necesidad tenía Cristo de morir, él el Verbo de Dios, por el que se hizo todo y del que se ha escrito: En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Por medio del Verbo se hizo todo? Y, sin embargo, fue crucificado, fue escarnecido, herido por la lanza, sepultado. Por medio del Verbo se hizo todo. Pero como se dignó ser la cabeza de la Iglesia, ésta podría haber desesperado de la propia resurrección, de no haber asistido a la resurrección de su cabeza. Fue visto primero por las mujeres, quienes se lo anunciaron a los hombres. Fueron las mujeres las primeras en ver al Señor resucitado, y el evangelio fue anunciado por las mujeres a los futuros apóstoles y evangelistas, y por mediación de las mujeres les fue anunciado Cristo. La palabra evangelio significa buena noticia. Los que dominan el griego saben qué quiere decir evangelio. Así pues, evangelio equivale a buena noticia. ¿Qué mejor noticia podemos dar que ésta: que ha resucitado nuestro Salvador? * * * «SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?» (y IV) Vocación de san Francisco de Asís Francisco debió comprender, sin duda, un punto fundamental del misterio de la salvación, a saber, que «el hombre establece la relación con Dios no como individuo sino como miembro de un pueblo, de una comunidad» (cf. Lumen Gentium 9). Dios habla a los hombres por medio de los hombres. De ahí que, al asaltarle una angustiosa duda, Francisco la propusiera repetidamente a sus compañeros: «Por más que durante muchos días anduvo dando vueltas al asunto con sus hermanos, Francisco no acertaba a ver con claridad... Él, que en virtud del espíritu de profecía llegaba a conocer cosas maravillosas, no era capaz en absoluto de resolver por sí mismo esta cuestión». Aunque había aprendido sublimes lecciones del divino Maestro, no se avergonzaba, como verdadero menor, de consultar incluso a los más insignificantes; su mayor preocupación era averiguar el camino y modo de servir más perfectamente a Dios conforme a su beneplácito y, para ello, «éste fue su más vivo deseo mientras vivió: preguntar a sabios y sencillos, a perfectos e imperfectos, a pequeños y grandes...» (cf. LM 12,1-2). Convencido de que Dios habla a los hombres por medio de otros hombres, fue un asertor intransigente de la relación interpersonal que excluye del modo más absoluto y decidido la relación «dominante-dominado» o también amo-siervo. Para Francisco, la obediencia es especial y principalmente un servicio de amor fraterno, mientras la autoridad es un servicio de crecimiento y de unidad. Decía: «Igualmente..., ninguno de los hermanos tenga potestad o dominio, y menos entre ellos...; sino, más bien, por la caridad del espíritu, sírvanse y obedézcanse unos a otros de buen grado. Y ésta es la verdadera y santa obediencia de nuestro Señor Jesucristo» (1 R 5,9-15). Para Francisco, todos y cada uno de los hermanos, la fraternidad misma, podían ser camino o ruta hacia el Padre. Para él, la Comunión de los Santos no era únicamente solidaridad en la oración, sino también en la búsqueda de Dios y de su voluntad. La fraternidad, por tanto, es «lugar privilegiado» para comprender mejor la voluntad de Dios, incluso porque nosotros leemos los acontecimientos y analizamos el dinamismo del mundo con nuestros propios ojos, cuya mirada está frecuentemente ofuscada; de aquí, la necesidad de liberarnos de ella para mirar con los ojos de nuestros hermanos, de nuestro prójimo; de aquí, la consecuencia de que la experiencia franciscana no propone un ejemplar único que sirve de «ejemplo», sino un modelo que junto con los hermanos ha buscado, preguntado, dudado, inventado, realizado. Francisco nunca fue un defensor fanático de la «Iglesia», pero tampoco separó nunca a Cristo y al Evangelio de su cuerpo vivo que es la Iglesia. Tomó siempre todas sus grandes decisiones «in sinu Ecclesiae», en el seno de la Iglesia, se tratase del obispo de Asís o del pobrecillo sacerdote que atendía la capilla de San Damián, o del papa Inocencio III. Su continuo recurso a los «clérigos» no hace de Francisco un ser rastrero o tímido, siempre dispuesto a someterse al primero que habla o que dice la última palabra. Si alguna vez sabe renunciar, la mayoría de las veces permanece firme en su «inspiración». Ciertamente, la interpretación que Francisco da a sus inspiraciones o al Evangelio refleja su mundo socio-cultural, su época que busca una nueva identidad. Él, para expresar sus inspiraciones, usa modelos de aquel tiempo: caballeros, trovadores, comerciantes, ambulantes e itinerantes, predicadores laicos, fraternidad de penitencia, y otros semejantes. También hoy existen, para el movimiento franciscano, mediaciones particulares y privilegiadas para traducir a los hombres de nuestro tiempo el ideal de Francisco. Para un discernimiento auténtico, válido también para nuestros días, Francisco ofrece tres condiciones fundamentales: disponibilidad, rectitud de intención y de voluntad, y pureza de corazón que es simplicidad. En su Carta a los clérigos, Francisco reprocha a los sacerdotes de modo particular la falta de «discernimiento» respecto a la Eucaristía que es llevada, administrada y abandonada sin respeto alguno. En este caso, el «discernimiento», para Francisco, lo constituye la mirada de fe que percibe la Presencia de Cristo a través de la materialidad de los signos. [Cf. el texto completo en Selecciones de Franciscanismo n. 34 (1983) 3-8] .

jueves, 6 de abril de 2017

Domingo de Ramos en la pasión del Señor 9 de abril de 2017

PROCESIÓN DE LAS PALMAS LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 21, 1-11 Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: -- Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto. Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: "Decid a la hija de Sión: 'Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila'." Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: -- ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo! Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: -- ¿Quién es éste? La gente que venía con él decía: -- Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea. Palabra del Señor MISA DE LA PASIÓN PRIMERA LECTURA LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 50, 4-7 El Señor me ha dado una lengua de discípulo, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Palabra de Dios Salmo Sal 21,8-9.17-18a.19-20.23-24 R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere.» R/. Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R/. Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel. R/. SEGUNDA LECTURA LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES 2, 6-11 Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, al contrario, se despojó de si tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios EVANGELIO PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO 26, 14-27, 66 C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: S. -- ¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego? C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: S. -- ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? C. Él contestó + -- Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos." C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: + --Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: S. -- ¿Soy yo acaso, Señor?» C. Él respondió: + -- El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido. C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: S. -- ¿Soy yo acaso, Maestro? C. Él respondió: + --Tú lo has dicho. C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: + --Tornad, comed: esto es mi cuerpo. C. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo: + -Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre. C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. C. Entonces Jesús les dijo: + -- Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea. C. Pedro replicó: S. -- Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré. C. Jesús le dijo: + -- Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. C . Pedro le replicó: S. -- Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. C.- Y lo mismo decían los demás discípulos. C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo: + -- Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo: + -- Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo. C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo: + -- Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: + -- ¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil. C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo: + -- Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo: + --Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega. C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña: S. -- Al que yo bese, ése es; detenedlo. C. Después se acercó a Jesús y le dijo: S. -- ¡Salve, Maestro! C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó: + -- Amigo, ¿a qué vienes? C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo: + -- Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar. C. Entonces dijo Jesús a la gente: + -- ¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis. C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. C. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron: S. -- Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días." C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo: S. -- ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti? C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: S. -- Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. C. Jesús le respondió: + --Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo. C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: S. -- Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís? C. Y ellos contestaron: S. -- Es reo de muerte. C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo: S. -- Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado? C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo: S. --También tú andabas con Jesús el Galileo. C. Él lo negó delante de todos, diciendo: S. -- No sé qué quieres decir. C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí: S. -- Éste andaba con Jesús el Nazareno. C. Otra vez negó él con juramento: S. -- No conozco a ese hombre. C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: S. -- Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento. C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo: S. -- No conozco a ese hombre. C. Y enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. C. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. C. Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo: S. --He pecado, he entregado a la muerte a un inocente. C. Pero ellos dijeron: S. --¿A nosotros qué? ¡Allá tú! C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron: S. -- No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre. C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.» C. Jesús fue llevado ante el gobernador Poncio Pilato, y este le preguntó: S. --¿Eres tú el rey de los judíos? C. Jesús respondió: + --Tú lo dices. C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó: S. -- ¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti? C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato: S. -- ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías? C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: S. -- No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él. C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó: S. -- ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? C. Ellos dijeron: S. -- A Barrabás. C . Pilato les preguntó: S. -- ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías? C. Contestaron todos: S. -- Sea crucificado. C. Pilato insistió: S. -- Pues, ¿qué mal ha hecho? C. Pero ellos gritaban más fuerte: S. -- ¡Sea crucificado! C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo: S. -- Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros! C. Y el pueblo entero contestó: S. -- ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. C. Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo: S. -- ¡Salve, rey de los judíos! C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. C. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza: S. -- Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo: S. -- A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¡Es el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre ahora si es que lo ama, pues dijo: "Soy Hijo de Dios". C. De la misma manera hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. C. Desde la hora sexta hasta la hora de nona, vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora de nona, Jesús gritó con voz potente: + -- Elí, Elí, lemá sabaqtaní. C. (Es decir: + -- Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron: S. -- Esta llamando a Elías . C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían: S. -- Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo. C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. (Todos se arrodillan, y se hace una pausa) C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resqurbrajarion, las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron, después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados: S. -- Verdaderamente éste era Hijo de Dios. C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. C. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. C. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron: S. -- Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos. La última impostura sería peor que la primera.” C. Pilato contestó: S. --Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis. C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro. Palabra del Señor SER COMO NIÑOS CON NUESTROS RAMOS DE OLIVO Por Antonio García-Moreno 1.- PASIÓN.- Tú, Señor, aceptaste rendidamente los extraños planes del Padre eterno. Él había proyectado una historia sangrienta para su Hijo unigénito... Uno de los suyos le traicionaría, uno de los doce que él había elegido de entre una gran multitud. Todo comenzaría en una noche densa, cuando estaba rezando, postrado en una soledad profunda, indefenso y asustado. Le atarían como a un bandido, alumbrando con antorchas que no lograban romper la negra noche. Un juicio bien amañado, unos testigos falsos, una bofetada seca al menor intento de una contestación clara. Sometido al tribunal romano, viendo cómo los suyos, a los que tantas veces benefició, su mismo pueblo le negaba con rabia, pidiendo a gritos desaforados su muerte en una cruz. Y tú, Jesús, callabas, aceptando dócil como manso cordero cuanto quisieron hacer contigo, todo aquello que se veía abocar a un trágico final. Nosotros también queremos aceptar los planes de Dios... Dilo con sinceridad, con espíritu de entrega, confiando plenamente en la voluntad divina: Sea lo que sea, Señor. Lo acepto, lo quiero, lo deseo. Sólo te pedimos que nos des fuerzas para vivir nuestra pasión de forma parecida a como tú viviste la tuya. Cuando se acercaban, escondidos en la noche, te pusiste en pie. No para huir, sino para salirles al encuentro. ¿A quién buscáis? -preguntaste-. A Jesús Nazareno -dijeron-. Yo soy -contestaste-. Decidido a la entrega, fuerte, lejos del miedo y la angustia de antes, sereno y majestuoso. La fuerza de Dios había aparecido en la debilidad de tu carne. Luego, ante Pilato, hablarás con acierto, dueño absoluto de la situación. Aparecerás ante los tuyos, esos que te rechazan, vestido con las insignias reales. Una corona, un cetro, un manto de púrpura. Y el pretor romano dirá solemnemente: He ahí a vuestro rey. La cruz será tu trono, el primer paso ascendente hacia la exaltación que se aproximaba. Y detrás de la sangre cuajada, de las lágrimas resecas, detrás de tu figura doliente, el buen ladrón descubre tu grandeza de rey eterno. Acuérdate de mí cuando estés en tu reino -dijo aquel infeliz-. Y tú, imponente, seguro y victorioso: En verdad te digo que esta tarde estarás conmigo en el paraíso... Haz, Jesús, que también nosotros nos apoyemos en el brazo de Dios, caminando, sufriendo pero serenos, por nuestro propio Vía Crucis. 2.- HOSANNA AL HIJO DE DAVID. "Cuando se acercaban a Jerusalén…" (Mt 21, 1) Este relato, repetido por los otros evangelistas, es sin duda uno de los más entrañables y alegres de la historia de Jesucristo. En él intervienen los apóstoles y discípulos, el pueblo llano que seguía entusiasmado a Cristo, los niños que tanto le querían y admiraban. El marco escénico también contribuye a dar encanto y ternura, sencillez y magnificencia a un tiempo a este suceso. El descenso desde Betfagé hasta Jerusalén, hacia la Puerta Dorada probablemente, era un camino de bajada y subida que muchas veces habían recorrido los peregrinos procedentes de Galilea. Descendía por el monte de los Olivos, atravesaba el torrente Cedrón en el valle de Josafat, zona de sepulcros y de muerte, para ascender casi en línea recta a la explanada del Templo por la parte oriental, entrando por la Puerta Dorada, llamada también Puerta de la Misericordia, donde el sol encendía en aquellos momentos los mármoles de las columnas y capiteles, el pináculo, la nave central y los atrios del Templo. Mateo ve en este acontecimiento la realización del vaticinio del profeta Zacarías, que anunciaba la llegada del Rey de Israel, avanzando hacia el monte Sión, lleno de mansedumbre y majestad, sentado sobre un borrico. La Iglesia repite cada año en todo el mundo, también en el camino que baja de Betfagé hacia Jerusalén, esa procesión de hombres y de mujeres, de niños con ramos de olivos y con palmas, que aclaman al Señor con júbilo y entusiasmo. Sólo los orgullosos sonríen con ironía o protestan indignados, los que no tienen fe, los que sólo miran con los ojos de la carne porque están ciegos en el alma. A ellos el Señor, cuando le piden que acalle a la multitud, les contesta: "Si éstos callaran, las piedras gritarían". Y es que las piedras son más blandas y sensibles que el corazón de los orgullosos y los soberbios... Nosotros deseamos ser como niños, tomar nuestros ramos de olivo y seguir a Jesús por el camino, aclamándolo con entusiasmo, mientras que miramos con envidia al borrico que marcha orgulloso con tan noble carga... Descendió a los infiernos HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Queridos hermanos y queridos jóvenes: Como cada año, en el Domingo de Ramos, nos conmueve subir junto a Jesús al monte, al santuario, acompañarlo en su acenso. En este día, por toda la faz de la tierra y a través de todos los siglos, jóvenes y gente de todas las edades lo aclaman gritando: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!». Pero, ¿qué hacemos realmente cuando nos unimos a la procesión, al cortejo de aquellos que junto con Jesús subían a Jerusalén y lo aclamaban como rey de Israel? ¿Es algo más que una ceremonia, que una bella tradición? ¿Tiene quizás algo que ver con la verdadera realidad de nuestra vida, de nuestro mundo? Para encontrar la respuesta, debemos clarificar ante todo qué es lo que en realidad ha querido y ha hecho Jesús mismo. Tras la profesión de fe, que Pedro había realizado en Cesarea de Filipo, en el extremo norte de la Tierra Santa, Jesús se había dirigido como peregrino hacia Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Es un camino hacia el templo en la Ciudad Santa, hacia aquel lugar que aseguraba de modo particular a Israel la cercanía de Dios a su pueblo. Es un camino hacia la fiesta común de la Pascua, memorial de la liberación de Egipto y signo de la esperanza en la liberación definitiva. Él sabe que le espera una nueva Pascua, y que él mismo ocupará el lugar de los corderos inmolados, ofreciéndose así mismo en la cruz. Sabe que, en los dones misteriosos del pan y del vino, se entregará para siempre a los suyos, les abrirá la puerta hacia un nuevo camino de liberación, hacia la comunión con el Dios vivo. Es un camino hacia la altura de la Cruz, hacia el momento del amor que se entrega. El fin último de su peregrinación es la altura de Dios mismo, a la cual él quiere elevar al ser humano. Nuestra procesión de hoy por tanto quiere ser imagen de algo más profundo, imagen del hecho que, junto con Jesús, comenzamos la peregrinación: por el camino elevado hacia el Dios vivo. Se trata de esta subida. Es el camino al que Jesús nos invita. Pero, ¿cómo podemos mantener el paso en esta subida? ¿No sobrepasa quizás nuestras fuerzas? Sí, está por encima de nuestras posibilidades. Desde siempre los hombres están llenos – y hoy más que nunca – del deseo de “ser como Dios”, de alcanzar esa misma altura de Dios. En todos los descubrimientos del espíritu humano se busca en último término obtener alas, para poderse elevar a la altura del Ser, para ser independiente, totalmente libre, como lo es Dios. Son tantas las cosas que ha podido llevar a cabo la humanidad: tenemos la capacidad de volar. Podemos vernos, escucharnos y hablar de un extremo al otro del mundo. Sin embargo, la fuerza de gravedad que nos tira hacía abajo es poderosa. Junto con nuestras capacidades, no ha crecido solamente el bien. También han aumentado las posibilidades del mal que se presentan como tempestades amenazadoras sobre la historia. También permanecen nuestros límites: basta pensar en las catástrofes que en estos meses han afligido y siguen afligiendo a la humanidad. Los Santos Padres han dicho que el hombre se encuentra en el punto de intersección entre dos campos de gravedad. Ante todo, está la fuerza que le atrae hacia abajo – hacía el egoísmo, hacia la mentira y hacia el mal; la gravedad que nos abaja y nos aleja de la altura de Dios. Por otro lado, está la fuerza de gravedad del amor de Dios: el ser amados de Dios y la respuesta de nuestro amor que nos atrae hacia lo alto. El hombre se encuentra en medio de esta doble fuerza de gravedad, y todo depende del poder escapar del campo de gravedad del mal y ser libres de dejarse atraer totalmente por la fuerza de gravedad de Dios, que nos hace auténticos, nos eleva, nos da la verdadera libertad. Tras la Liturgia de la Palabra, al inicio de la Plegaría eucarística durante la cual el Señor entra en medio de nosotros, la Iglesia nos dirige la invitación: “ Sursum corda – levantemos el corazón”. Según la concepción bíblica y la visión de los Santos Padres, el corazón es ese centro del hombre en el que se unen el intelecto, la voluntad y el sentimiento, el cuerpo y el alma. Ese centro en el que el espíritu se hace cuerpo y el cuerpo se hace espíritu; en el que voluntad, sentimiento e intelecto se unen en el conocimiento de Dios y en el amor por Él. Este “corazón” debe ser elevado. Pero repito: nosotros solos somos demasiado débiles para elevar nuestro corazón hasta la altura de Dios. No somos capaces. Precisamente la soberbia de querer hacerlo solos nos derrumba y nos aleja de Dios. Dios mismo debe elevarnos, y esto es lo que Cristo comenzó en la cruz. Él ha descendido hasta la extrema bajeza de la existencia humana, para elevarnos hacia Él, hacia el Dios vivo. Se ha hecho humilde, dice hoy la segunda lectura. Solamente así nuestra soberbia podía ser superada: la humildad de Dios es la forma extrema de su amor, y este amor humilde atrae hacia lo alto. El salmo procesional 23, que la Iglesia nos propone como “canto de subida” para la liturgia de hoy, indica algunos elementos concretos que forman parte de nuestra subida, y sin los cuales no podemos ser levantados: las manos inocentes, el corazón puro, el rechazo de la mentira, la búsqueda del rostro de Dios. Las grandes conquistas de la técnica nos hacen libres y son elementos del progreso de la humanidad sólo si están unidas a estas actitudes; si nuestras manos se hacen inocentes y nuestro corazón puro; si estamos en busca de la verdad, en busca de Dios mismo, y nos dejamos tocar e interpelar por su amor. Todos estos elementos de la subida son eficaces sólo si reconocemos humildemente que debemos ser atraídos hacia lo alto; si abandonamos la soberbia de querer hacernos Dios a nosotros mismos. Le necesitamos. Él nos atrae hacia lo alto, sosteniéndonos en sus manos –es decir, en la fe– nos da la justa orientación y la fuerza interior que nos eleva. Tenemos necesidad de la humildad de la fe que busca el rostro de Dios y se confía a la verdad de su amor. La cuestión de cómo el hombre pueda llegar a lo alto, ser totalmente él mismo y verdaderamente semejante a Dios, ha cuestionado siempre a la humanidad. Ha sido discutida apasionadamente por los filósofos platónicos del tercer y cuarto siglo. Su pregunta central era cómo encontrar medios de purificación, mediante los cuales el hombre pudiese liberarse del grave peso que lo abaja y poder ascender a la altura de su verdadero ser, a la altura de su divinidad. San Agustín, en su búsqueda del camino recto, buscó por algún tiempo apoyo en aquellas filosofías. Pero, al final, tuvo que reconocer que su respuesta no era suficiente, que con sus métodos no habría alcanzado realmente a Dios. Dijo a sus representantes: reconoced por tanto que la fuerza del hombre y de todas sus purificaciones no bastan para llevarlo realmente a la altura de lo divino, a la altura adecuada. Y dijo que habría perdido la esperanza en sí mismo y en la existencia humana, si no hubiese encontrado a aquel que hace aquello que nosotros mismos no podemos hacer; aquel que nos eleva a la altura de Dios, a pesar de nuestra miseria: Jesucristo que, desde Dios, ha bajado hasta nosotros, y en su amor crucificado, nos toma de la mano y nos lleva hacia lo alto. Subimos con el Señor en peregrinación. Buscamos el corazón puro y las manos inocentes, buscamos la verdad, buscamos el rostro de Dios. Manifestemos al Señor nuestro deseo de llegar a ser justos y le pedimos: ¡Llévanos Tú hacia lo alto! ¡Haznos puros! Haz que nos sirva la Palabra que cantamos con el Salmo procesional, es decir que podamos pertenecer a la generación que busca a Dios, “que busca tu rostro, Dios de Jacob” ( Sal 23, 6). Amén. REFLEXIÓN Reconoced en el pan lo que colgó del madero, y en el cáliz lo que manó del costado. (San Agustín) Jesús ha muerto por nosotros. Su muerte es un acto de servicio, de amor, de entrega. Ha cargado con el pecado de todos. Se ha sentido solidario de la suerte de la humanidad. Jesús es hombre con los hombres, esclavo con los esclavos, ajusticiado con los condenados, muerto con los muertos; Hijo de Dios entregado para revelar el amor del padre al mundo y la promesa de vida a todos los que éramos malditos. La muerte de Jesús nos debe abrir a la contemplación del amor de Dios: por medio de Él ha firmado una Alianza eterna con todos. «El conocimiento que comunicamos debe ser el de Jesús crucificado y, como dice san Agustín: "Antes de dejar de hablar a la boca, el apóstol ha de elevar su propia alma sedienta a Dios para luego poder entregar cuanto ha bebido, vertiendo en los demás aquello de lo cual estamos colmados", o como nos enseña santo Tomás: "Aquellos que son llamados a la labor de una vida activa, cometen una grave equivocación si piensan que su compromiso les dispensa de la vida contemplativa. Tal obligación se añade a aquélla y no la hace menos indispensable"». (Santa Teresa de Calcuta) ¡Santa y Feliz Semana Santa! Un abrazo en Cristo muerto y resucitado por nuestro amor. José Antonio. NOS CONMUEVE, Y MUCHO, SEÑOR Tú cena, con sabor a despedida sazonada con palabras de testamento. “Haced esto en conmemoración mía” No tendremos ya más excusas, Señor tu entrega es radical y verdadera y, porque no quieres que falte nada, nos dejas apiñados alrededor de una mesa y con tres dones que acompañarán toda nuestra existencia: amor, eucaristía y sacerdocio NOS CONMUEVE, Y MUCHO, SEÑOR Tu Cuerpo y tu Sangre salvadora como alimento de vida eterna Tus Palabras, que selladas con tu sangre, son exponente de la autenticidad de tu entrega Tus rodillas, besando el suelo, diciéndonos que no hay mayor galardón que el desvivirse amando generosamente sirviendo sin esperar nada a cambio brindándonos incluso al adversario NOS CONMUEVE, Y MUCHO, SEÑOR Verte humillado y postrado como siervo cuando tan amigos somos de las alturas anhelando el ser servidos antes que servir o estar simplemente, cómodamente sentados NOS CONMUEVE, Y MUCHO, SEÑOR Que nos ames y nos hagas tus confidentes conociendo la madera en la que estamos tallados nuestras traiciones y verdades a medias nuestros egoísmos y falsedades el Judas que, en el corazón o a la vuelta de la esquina te malvende por unas monedas…..o por nada NOS CONMUEVE, Y MUCHO, SEÑOR Que te estremezcas con tal pasión por el hombre Que te quedes, en la Eucaristía, para siempre Que, seas Sacerdote de la Nueva Alianza y te ofrezcas por la salvación de todos nosotros NOS CONMUEVE, TODO ESO, SEÑOR Imágenes integradas 1 Oremus pro Pontifice nostro Francisco Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non Tradat eum en animam inimicorum eius. Oremus. Deus, pastor fidelium omnium et rector, famulum tuum Franciscum, quem pastorem Ecclesiae tuae praeesse voluisti, propitius respice: da ei, quaesumus, verbo et exemplo, quibus praeest, Proficere: ut ad vitam, una cum grege sibi credito, perveniat sempiternam. Per Christum Dominum nostrum. Amén.

martes, 4 de abril de 2017

El canto del Padre Nuestro en Arameo que conmovió al Papa en Georgia



Unidos con EL PADRE NUESTRO, por Siria, el pueblo torturado y asesinado en manos de la peor derrota de la humanidad, el terrorismo. El Pare NUESTRO en arameo lengua en que Jesús enseñó a la humanidad a ser hermana... En Siria aún se habla, pero el odio de los terroristas quiere aniquilar por todos los medios el origen y la identidad cristiana civilizada de los pueblos, comenzando por el primero que nombró a los santos o seguidores de Jesús, "Los cristianos".