jueves, 15 de diciembre de 2016

DÍA 15 DE DICIEMBRE: SANTA VIRGINIA CENTURIONE BRACELLI, SANTA MARÍA CRUCIFICADA DI ROSA, San Maximino, etc.


.
SANTA VIRGINIA CENTURIONE BRACELLI. Nació el año 1587 en Génova (Italia), hija del dogo de la República. Se casó con un joven rico pero de vida desordenada; tuvieron dos hijas. A los 20 años de edad quedó viuda. Hizo voto de castidad y rehusó contraer segundas nupcias, aplicándose a la educación de sus hijas, a la oración y la beneficencia. Una vez casadas sus hijas, se dedicó por completo al cuidado de la juventud abandonada, de los ancianos y los enfermos, y a la promoción de los marginados. Con motivo de la guerra y de la peste, acogió en su casa a jóvenes abandonadas, a prófugos y a enfermos. Ella misma buscaba a las jóvenes en peligro de corrupción. Para salir al paso de tantas necesidades, creó asociaciones e instalaciones que constituyeron la Obra de Nuestra Señora del Refugio, de la que se derivaron dos Congregaciones: las Hermanas de Ntra. Sra. del Refugio del Monte Calvario y las Hijas de Ntra. Sra. en el Monte Calvario. Murió en Génova el 15 de diciembre de 1651. Juan Pablo II la canonizó el año 2003.
SANTA MARÍA CRUCIFICADA DI ROSA. Nació en Brescia (Lombardía, Italia) el año 1813 en el seno de una familia aristocrática. Huérfana de madre a los once años, se educó en el colegio de la Visitación. Su padre quería casarla, pero ella decidió permanecer fiel al voto de castidad que había hecho. El padre la envió a Acquafredda para que se hiciera cargo de su fábrica de hilados de sede. Ella organizó ayudas para los necesitados y se dedicó a la educación cristiana femenina, tarea en la que la ayudaron algunas jóvenes. Juntas, como enfermeras voluntarias, se entregaron a ayudar a las víctimas del cólera de 1836. Luego se dedicaron a la atención de enfermos y huérfanos. En 1840 eran ya un grupo de más de treinta muchachas, sin reconocimientos legales pero reconocidas por el pueblo por su entrega, por ejemplo, a la atención de las víctimas del levantamiento de la ciudad contra los austríacos en 1849. Por fin el Instituto de las Esclavas de la Caridad fue aprobado por la Santa Sede en 1851. Murió en Brescia el año 1855.
* * *
San Maximino. Fue el primer abad del monasterio de Micy en la región de Orleans (Francia). Murió el año 520.
San Valeriano de Abbenza. Era obispo de Abbenza, en el norte de África, y cuando Genserico, rey de los vándalos, que eran arrianos, llegó con su ejército a la ciudad, exigió al obispo que le entregara los enseres de la iglesia. El obispo se opuso rotundamente y el rey lo condenó a abandonar la ciudad a la vez que prohibía que nadie lo recibiera en casa o en el campo. El obispo, ya octogenario, tuvo que vivir en descampado, sin comida ni techo, y murió de inanición el año 457.
Beato Carlos Steeb. Nació en Tubinga (Alemania) en el seno de una familia luterana, religión en la que se educó. Se dedicó al comercio y, estando en Verona (Italia), conoció el catolicismo, lo estudió y acabó abrazándolo en 1792. Optó por el sacerdocio y, hechos los estudios correspondientes, se ordenó en 1796 como sacerdote diocesano de Verona. En su ministerio atendió a los soldados en los hospitales y en los campos de batalla, fue profesor en el seminario y en un colegio de niñas, se dedicó a múltiples obras de caridad. Fundó, con Vicenta Poloni, la Congregación de Hermanas de la Misericordia para atender a los afligidos, indigentes y enfermos. Murió en Verona el año 1856.
Beata María Jula Ivaniševic y cuatro compañeras mártires. Son cinco religiosas, Hijas de la Divina Caridad: María Jula Ivaniševic, superiora de la casa, María Berchmana Leidenix, María Krizina Bojanc, María Antonija Fabjan y María Bernardeta Banja, conocidas como las "mártires del Drina". Una era croata, dos eslovenas, una austríaca y otra húngara. Formaban la comunidad de Pale, cerca de Sarajevo (Bosnia-Herzegovina); se dedicaban al cuidado de los enfermos y de los niños huérfanos de la Casa del Niño, orfanato que pertenecía al Estado, a la vez que socorrían y curaban a los pobres y mendigos que llegaban de la montaña de Romanija. El 11-XII-1941 un grupo de chetniks (guerrilleros serbios) las secuestró; las maltrataron y las llevaron de malas maneras, en pésimas condiciones, a un cuartel de la zona de Gorazde. El 15-XII-1941 los chetniks pretendieron abusar de ellas, que permanecieron firmes en la fe y en la fidelidad a su divino Esposo. Las religiosas intentaron huir, pero las apuñalaron y las arrojaron al río Drina. Camino de Gorazde, loschetniks abandonaron a la hermana Berchmana, anciana y enferma, a la que asesinaron el 23-XII-1941. Beatificadas en 2011.
Beata María Victoria Fornari. Nació en Génova (Italia) el año 1562. A los 17 años contrajo matrimonio, y a los 25 quedó viuda. Pasó por una crisis muy profunda en la que llegó a desearse la muerte. Recuperada la serenidad, hizo voto de guardar castidad, no vestir con lujo y no participar en fiestas mundanas. Una vez que sus tres hijos y sus dos hijas entraron en la vida religiosa, pudo ella fundar, con otras compañeras, la Orden de la Anunciación, para llevar vida de piedad, pobreza y rigurosa clausura, en la que profesó. Murió en Génova el año 1617.
Beato Marino de Cava. Fue monje en el monasterio de Cava dei Tirreni (Campania, Italia). El año 1146 lo eligieron abad. Procuró y cuidó en su monasterio el esplendor del culto litúrgico, el buen orden en todas las cosas y la vida espiritual de los monjes. Tuvo buenas relaciones con los papas de su tiempo, a los que permaneció siempre fiel y a los que prestó buenos servicios. Murió el año 1170.
Beato Pablo Gracia Sánchez. Nació en Lleida (España) el año 1892. Hizo la profesión religiosa en los salesianos como coadjutor en 1920. Se dedicó al trabajo y la oración, y destacó especialmente por su humildad y su amor a la pobreza. Al estallar la persecución de julio de 1936, fue arrestado con su comunidad de Carabanchel Alto (Madrid) por los milicianos. Puesto en libertad, anduvo buscando refugio y trabajo para su sustento. Delatado como religioso, lo arrestaron y lo fusilaron en Madrid el 15 de diciembre de 1936. Fue beatificado el año 2007.
Beato Ramón Eirín Mayo. Nació en La Coruña (España) el año 1911. Emitió los votos religiosos en los salesianos como coadjutor en 1930. Estuvo un curso en Italia para su perfeccionamiento profesional y luego le encomendaron la dirección del taller "Carpinteros-Ebanistas" en su colegio de Madrid. Cuando al estallar la persecución religiosa en España sus compañeros de comunidad fueron detenidos, él consiguió esconderse y luego ponerse a trabajar en un hospital. Su comportamiento y actitudes delataron su condición de religioso. El 15 de diciembre de 1936 lo arrestaron y ya no regresó. Lo fusilaron en Paracuellos de Jarama (Madrid). Fue beatificado el año 2007.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos"» (Mt 3,1-3).
Pensamiento franciscano:
Dice san Francisco: -Ved que diariamente se humilla el Hijo de Dios, como cuando desde el trono real vino al seno de la Virgen; diariamente viene a nosotros él mismo apareciendo humilde; diariamente desciende del seno del Padre sobre el altar en las manos del sacerdote. Y como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera, así también ahora se nos muestra a nosotros en el pan sagrado (Adm 1,16-19).
Orar con la Iglesia:
Oremos a Jesucristo, que es camino, verdad y vida de los hombres, y digámosle: Ven, Señor, y quédate con nosotros.
-Jesús, Hijo del Altísimo, anunciado por el ángel Gabriel a María Virgen, ven a reinar para siempre sobre tu pueblo.
-Santo de Dios, ante cuya venida el Precursor saltó de gozo en el seno de Isabel, ven y alegra al mundo con la gracia de la salvación.
-Jesús, Salvador, cuyo nombre el ángel reveló a José, ven a salvar al pueblo de sus pecados.
-Luz del mundo, a quien esperaban Simeón y todos los justos, ven a consolar a tu pueblo.
-Sol naciente que nos visitará de lo alto, como profetizó Zacarías, ven a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Oración: Señor Jesús, aviva nuestra fe y nuestra esperanza para que podamos salir a tu encuentro llenos de amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
* * *
EL SENTIDO DE LA ALEGRÍA CRISTIANA
Benedicto XVI, Ángelus del 13 de diciembre de 2009
Queridos hermanos y hermanas:
Estamos ya en el tercer domingo de Adviento [Ciclo C]. Hoy en la liturgia resuena la invitación del apóstol san Pablo: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. (...) El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). La madre Iglesia, mientras nos acompaña hacia la santa Navidad, nos ayuda a redescubrir el sentido y el gusto de la alegría cristiana, tan distinta de la del mundo. En este domingo, según una bella tradición, los niños de Roma vienen a que el Papa bendiga las estatuillas del Niño Jesús, que pondrán en sus belenes. Y, de hecho, veo aquí en la plaza de San Pedro a numerosos niños y muchachos, junto a sus padres, profesores y catequistas. Queridos hermanos, os saludo a todos con gran afecto y os doy las gracias por haber venido. Me alegra saber que en vuestras familias se conserva la costumbre de montar el belén. Pero no basta repetir un gesto tradicional, aunque sea importante. Hay que tratar de vivir en la realidad de cada día lo que el belén representa, es decir, el amor de Cristo, su humildad, su pobreza. Es lo que hizo san Francisco en Greccio: representó en vivo la escena de la Natividad, para poderla contemplar y adorar, pero sobre todo para saber poner mejor en práctica el mensaje del Hijo de Dios, que por amor a nosotros se despojó de todo y se hizo niño pequeño.
La bendición de los "Bambinelli" [estatuillas del Niño Jesús para el belén], como se dice en Roma, nos recuerda que el belén es una escuela de vida, donde podemos aprender el secreto de la verdadera alegría, que no consiste en tener muchas cosas, sino en sentirse amados por el Señor, en hacerse don para los demás y en quererse unos a otros. Contemplemos el belén: la Virgen y san José no parecen una familia muy afortunada; han tenido su hijo en medio de grandes dificultades; sin embargo, están llenos de profunda alegría, porque se aman, se ayudan y sobre todo están seguros de que en su historia está la obra Dios, que se ha hecho presente en el niño Jesús. ¿Y los pastores? ¿Qué motivo tienen para alegrarse? Ciertamente el recién nacido no cambiará su condición de pobreza y de marginación. Pero la fe les ayuda a reconocer en el «niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre», el "signo" del cumplimiento de las promesas de Dios para todos los hombres «a quienes él ama» (Lc 2,12.14), ¡también para ellos!
En eso, queridos amigos, consiste la verdadera alegría: es sentir que un gran misterio, el misterio del amor de Dios, visita y colma nuestra existencia personal y comunitaria. Para alegrarnos, no sólo necesitamos cosas, sino también amor y verdad: necesitamos al Dios cercano que calienta nuestro corazón y responde a nuestros anhelos más profundos. Este Dios se ha manifestado en Jesús, nacido de la Virgen María. Por eso el Niño, que ponemos en el portal o en la cueva, es el centro de todo, es el corazón del mundo. Oremos para que toda persona, como la Virgen María, acoja como centro de su vida al Dios que se ha hecho Niño, fuente de la verdadera alegría.
Saludos después del Ángelus
En este tiempo de espera de la Navidad se nos invita a dar testimonio de la Buena Nueva abriendo nuestro corazón a nuestros hermanos y hermanas. No esperéis a que pase el tiempo, sino sed, desde hoy, los testigos fervientes de la misericordia, de la ternura y de la bondad de Dios hacia todos los hombres. Que nuestra esperanza sea contagiosa y nuestros gestos fraternos, espontáneos. Pidamos a la Virgen María, Madre del Salvador, que nos guíe al encuentro de su Hijo que viene por nuestros caminos. A todos deseo una buena preparación para la fiesta de Navidad.
La liturgia de este tercer domingo de Adviento, marcada por la alegre espera de la venida del Señor, nos invita a alegrarnos en la esperanza de nuestra salvación. Que estos días de preparación para la Navidad sean un tiempo de genuina conversión y renovación interior para todos los cristianos.
Las lecturas bíblicas del tercer domingo de Adviento nos invitan a vivir la espera del Señor como un momento de alegría. «¡Israel, alégrate y exulta de todo corazón!» exclama el profeta Sofonías al pueblo (So 3,14). Queremos compartir esta alegría con todos. Es lo que hacemos cuando nos aceptamos como hermanos y hermanas y nos damos concretamente lo que necesitamos para vivir. La alegría y la bondad son los signos de la presencia del Señor, que quiere dar siempre a este mundo la luz de su amor.
En este tercer domingo de Adviento, y ante la presencia ya cercana del Señor Jesús, la liturgia nos invita con insistencia a la alegría. En Cristo se cumplen las palabras del profeta Sofonías a Israel: «El Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo». Exhorto a todos, y especialmente a los nuevos presbíteros, a proseguir, apoyados en la seguridad del amor infinito de Dios manifestado en Cristo, el camino de preparación espiritual para la Navidad, y celebrar así, con gozo y fruto abundante, el nacimiento del Salvador.
* * *
JUAN ERA LA VOZ, CRISTO ES LA PALABRA
San Agustín, Sermón 293
Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna.
Quita la palabra, ¿y qué es la voz? Si no hay concepto, no hay más que un ruido vacío. La voz sin la palabra llega al oído, pero no edifica el corazón.
Pero veamos cómo suceden las cosas en la misma edificación de nuestro corazón. Cuando pienso lo que voy a decir, ya está la palabra presente en mi corazón; pero, si quiero hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que está ya en el mío.
Al intentar que llegue hasta ti y se aposente en tu interior la palabra que hay ya en el mío, echo mano de la voz y, mediante ella, te hablo: el sonido de la voz hace llegar hasta ti el entendimiento de la palabra; y una vez que el sonido de la voz ha llevado hasta ti el concepto, el sonido desaparece, pero la palabra que el sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el mío.
Cuando la palabra ha pasado a ti, ¿no te parece que es el mismo sonido el que está diciendo: ¿Ella tiene que crecer y yo tengo que menguar? El sonido de la voz se dejó sentir para cumplir su tarea y desapareció, como si dijera: Esta alegría mía está colmada. Retengamos la palabra, no perdamos la palabra concebida en la médula del alma.
¿Quieres ver cómo pasa la voz, mientras que la divinidad de la Palabra permanece? ¿Qué ha sido del bautismo de Juan? Cumplió su misión y desapareció. Ahora el que se frecuenta es el bautismo de Cristo. Todos nosotros creemos en Cristo, esperamos la salvación en Cristo: esto es lo que la voz hizo sonar.
Y precisamente porque resulta difícil distinguir la palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías. La voz fue confundida con la palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para no ofender a la palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta.
Y cuando le preguntaron: ¿Quién eres?, respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor»La voz que grita en el desierto, la voz que rompe el silencio. Allanad el camino del Señor, como si dijera: «Yo resueno para introducir la palabra en el corazón; pero ésta no se dignará venir a donde yo trato de introducirla, si no le allanáis el camino».
¿Qué quiere decir: Allanad el camino, sino: «Suplicad debidamente»? ¿Qué significa: Allanad el camino, sino: «Pensad con humildad»? Aprended del mismo Juan un ejemplo de humildad. Le tienen por el Mesías, y niega serlo; no se le ocurre emplear el error ajeno en beneficio propio.
Si hubiera dicho: «Yo soy el Mesías», ¿cómo no lo hubieran creído con la mayor facilidad, si ya le tenían por tal antes de haberlo dicho? Pero no lo dijo: se reconoció a sí mismo, no permitió que lo confundieran, se humilló a sí mismo.
Comprendió dónde tenía su salvación; comprendió que no era más que una antorcha, y temió que el viento de la soberbia la pudiese apagar.
* * *
SAN FRANCISCO Y LA VIRGEN MARÍA (V)
por Martín Steiner, OFM
La función ejemplar de la Virgen María
Para mejor comprender la función ejemplar de María en la vida de la naciente Orden franciscana, conviene volver una vez más a la Porciúncula. Una serie de textos nos recuerdan el cometido irreemplazable ejercido por María en el corazón de Francisco y, más en general, en las primeras generaciones de la Orden. Recordando que la capillita restaurada por Francisco era su iglesia preferida, como lo era también, según él pensaba, de María misma, evocan el nacimiento de la Orden bajo la protección de María, incluso su alumbramiento por ella (EP 84). Ponen de relieve la armonía existente entre la pequeñez de la iglesita de la Porciúncula, la humildad de María y la Orden de los Menores. La pequeña residencia de la Porciúncula se convierte en el centro de la Orden. Varios pasajes de los textos sobre la Porciúncula son claramente eco de preocupaciones ulteriores. Pero si se lee el conjunto con un espíritu sanamente crítico, no puede evitarse la impresión de hallarnos ante un estilo de vida marcado todo él por actitudes marianas: oración, recogimiento, humildad, caridad. La Virgen es, tal vez más de lo que a veces se subraya, inspiradora de la conducta de Francisco.
Hay una categoría de hermanos a quienes Francisco propone más directamente a María como modelo: los hermanos sacerdotes. Conocida es la veneración de Francisco a los sacerdotes y la razón única de este respeto: son ministros de las Palabras, del Cuerpo y de la Sangre del altísimo Señor Jesucristo. Francisco ve en ellos a Cristo, por muy pecadores que sean, puesto que Cristo habla y actúa en ellos (Test 6-13).
Ahora bien, él compara directamente el ministerio del sacerdote en la celebración eucarística a María, en cuyo seno se encarnó el Hijo de Dios (Adm 1,16-18). Y en la Carta a toda la Ordenpropone en consecuencia a María como modelo de los hermanos sacerdotes: «Escuchad, hermanos míos: si la bienaventurada Virgen es tan honrada, como es justo, porque lo llevó en su santísimo seno..., ¡cuán santo, justo y digno debe ser quien toca con las manos, toma con la boca y el corazón y da a otros no a quien ha de morir, sino al que ha de vivir eternamente y está glorificado y en quien los ángeles desean sumirse en contemplación! Considerad vuestra dignidad, hermanos sacerdotes, y sed santos, porque Él es santo» (CtaO 21-23).
Más allá de la Orden, Francisco propone a María como modelo a todos los fieles, al menos a aquellos que de alguna manera se sentían vinculados a él. Conocido es el célebre texto en que Francisco pone de manifiesto las maravillas de la vida cristiana (2CtaF 47-53). Dos puntos interesan especialmente a nuestro tema.
a) Francisco describe de manera admirable la función maternal del fiel respecto a Cristo (v. 53). Hagamos la transposición de esta doctrina: De la misma forma que María, la humilde sierva, permitió al Señor de la gloria hacerse en ella nuestro hermano, por el poder del Espíritu que se posó sobre ella, así también, por el poder del mismo Espíritu que se posa sobre él (vv. 48-50), quien sigue el camino de la minoridad (v. 47) puede llevar en sí, mediante el amor y la pureza y sinceridad de corazón, al Señor Jesús y alumbrarlo en los demás mediante su vida santa, que es obra del Espíritu en él (v. 53; cf. 2 R 10,9). Francisco expone aquí la vida cristiana de manera propiamente mariana: en cuanto a su naturaleza, es la vida de un ser que lleva en sí a Cristo; en cuanto a su eficacia, da a luz a Cristo en los demás. Con términos sencillos y luminosos Francisco describe todo el misterio de la Iglesia y de su maternidad, cuya figura es María.
b) Para definir la relación con Dios de quien se compromete en el camino de la minoridad, cumple con rectitud la voluntad de Dios y permanece unido al Señor Jesús con un amor sincero, Francisco emplea los mismos términos que utiliza para expresar, con toda la tradición, la unión de María con Dios: el Espíritu se posa sobre él y hace en él su morada; es hijo del Padre celestial; es esposo, y hermano, y madre de Cristo. Lo que vale por excelencia de María, «que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia y todo bien» (SalVM 3), vale también igualmente de cualquier fiel que toma en serio su vocación evangélica.
Sí, María es verdaderamente la figura de la Iglesia. Y cualquiera que tome el camino que Francisco le traza, con fidelidad al Evangelio, está configurado a imagen de María, sea cual fuere su estado de vida, su misión, su profesión, su edad, su sexo... No hay diferencia esencial entre el fiel más humilde y la Virgen María.
Su profundísima comprensión del cometido llevado a cabo por la «Virgen pobrecilla» en el designio de salvación, condujo a Francisco tanto a la contemplación admirativa de María consagrada por la Trinidad, como a recurrir a ella lleno de confianza a lo largo de todo su itinerario espiritual. No es, pues, extraño cuanto relata Tomás de Celano: «Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana» (2 Cel 198).
[Cf. Selecciones de Franciscanismo, n. 28 (1981) 61-64].

No hay comentarios:

Publicar un comentario