martes, 6 de diciembre de 2016

DÍA 6 DE DICIEMBRE: SAN NICOLÁS DE BARI, SAN PEDRO PASCUAL.Santa Dionisia, san Mayorico y compañeros mártires.etc.


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SAN NICOLÁS DE BARI. Es un santo que goza de una extens a e intensa devoción popular. Nació en Petara, Asia Menor, a finales del siglo III. Después de repartir sus bienes a los pobres, ingresó en la vida monástica y llegó a regir un monasterio. Al regreso de un viaje a Tierra Santa, fue elegido obispo de Mira, en Licia (hoy Turquía). El año 325 suscribió en el Concilio de Nicea la fe en la divinidad de Cristo. En la persecución de Galerio fue encarcelado y torturado por su fidelidad a la fe católica. Murió en Mira a la edad de 65 años entre el 345 y el 350. Las leyendas del siglo VI lo presentan como gran taumaturgo. En el mundo anglosajón, su fiesta, en la que se obsequia especialmente a los niños, se celebra con el nombre de «Santa Claus». El año 1087 su cuerpo fue trasladado a la ciudad italiana de Bari.- Oración:Imploramos, Señor, tu misericordia y te suplicamos que, por la intercesión de tu obispo san Nicolás, nos protejas en todos los peligros, para que podamos caminar seguros por la senda de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
SAN PEDRO PASCUAL. De la familia mozárabe de los Pascual, nació en Valencia (España) hacia 1225, algunos años antes de que la ciudad, en 1238, fuera tomada por Jaime I el Conquistador. Estudió en París, donde tuvo de compañeros a santo Tomás de Aquino y san Buenaventura, y allí recibió la ordenación sacerdotal. El año 1250 ingresó en la Orden de la Merced. Estuvo de profesor en Zaragoza y fundó varios conventos de su Orden. En 1296, en Roma, fue consagrado obispo para la sede de Jaén (España). Ya en su diócesis, y cuando giraba visita pastoral, fue apresado por los musulmanes y llevado cautivo a Granada. En su cautividad de cuatro años, fue el sostén de sus compañeros de infortunio, el testigo de la verdad, el maestro con sus numerosos escritos de gran valor lingüístico y doctrinal. Defendió la inmaculada concepción de la Virgen María. Condenado a muerte por sus escritos en defensa del cristianismo frente al Islam, lo decapitaron el 6 de diciembre de 1300 en Granada.- Oración: Oh Dios, que en san Pedro Pascual diste a tus fieles, sometidos a cautividad, el maestro y defensor de su fe; concédenos que, arraigados en tu palabra, vivamos con plenitud la fe, que obra por la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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Santa Asela de Roma. Virgen romana que, como escribe san Jerónimo, vivió hasta una avanzada ancianidad dedicada a los ayunos y oraciones. Pertenecía al grupo de mujeres devotas y estudiosas que san Jerónimo reunió en torno a sí en Roma, y del que hay varias en el calendario de la Iglesia. Desde joven quiso consagrarse a Dios, trabajaba continuamente para los pobres, oraba y salmodiaba, visitaba las tumbas de los mártires. Murió hacia el año 385.
Santa Dionisia, san Mayorico y compañeros mártires. El año 484, bajo el rey vándalo Hunerico, que era arriano, fueron martirizados en el norte de África un grupo de cristianos por mantenerse firmes en la fe católica y afirmar la divinidad de Jesucristo. Entre ellos destacan Dionisia, una dama noble, y su hijo Mayorico, aún adolescente, que se asustó al presenciar las torturas, pero que, fortalecido por las miradas y palabras de su madre, mostró mayor valor que ninguno. También fue martirizada su hermana Dativa, así como Leoncia, hija de Germán obispo de Perada, el médico Emilio, Tercio, Bonifacio Sibidense, Servio y Victoriosa.
San José Nguyen Duy Khang. Nació en Macao el año 1832 en el seno de una familia china, cristiana, y se educó en Vietnam. Estudió y trabajó con los misioneros, pero se dio al juego y la bebida. Superadas sus debilidades, se hizo terciario dominico y el obispo san Jerónimo Hermosilla, dominico riojano, lo tomó como catequista y asistente suyo en los viajes. Durante la persecución bajo el emperador Tu Duc, cuando fueron a detener al obispo, José quiso correr su misma suerte y los apresaron a los dos. Se negaron a pisar la cruz. Los encarcelaron por separado y a José lo flagelaron y luego lo decapitaron en Hai-Duong (Vietnam) el año 1861.
San Obicio. Nació en Niardo (Brescia, Italia) a mediados del siglo XII. En su juventud contrajo matrimonio y se dedicó a la vida militar. En una batalla estuvo a punto de perder la vida, lo que le hizo reflexionar y cambiar de vida. Abandonó el ejército, dejó sus bienes a su mujer y a sus cuatro hijos, se hizo oblato benedictino, se puso al servicio de las monjas de Santa Julia en Brescia y llevó vida de penitente. Murió santamente en 1204.
Beato Heliodoro Ramos García. Nació en Monleras (Salamanca, España) el año 1915. Ingresó en el noviciado de los Salesianos en Mohernando (Guadalajara) y emitió los votos como religioso laico el 23 de julio de 1936. Aquel mismo día la casa fue asaltada por los milicianos y la comunidad arrestada. Tras cuatro meses largos de prisión lo fusilaron, a los 21 años, junto con otros religiosos, en Madrid, el día 6 de diciembre de 1936. Fue beatificado el año 2007.
Beatos Ireneo Rodríguez y 3 compañeros mártires, Paúles. Poco antes de estallar en España la persecución religiosa de 1936, la comunidad educadora del Colegio Apostólico de Guadalajara de los PP. Paúles se había desplazado a Murguía (Álava) para poner a salvo a sus jóvenes aspirantes. Para guardar el colegio quedaron sólo 4 religiosos, que fueron detenidos y encerrados en la prisión central de Guadalajara el 26-VII-1936; después de maltratarlos y torturarlos, los fusilaron el 6 de diciembre de 1936. Ireneo Rodríguez nació en Los Balbases (Burgos) en 1879. Ordenado sacerdote en 1903, lo enviaron a Filipinas donde trabajó como profesor de seminario y como párroco. También estuvo cuatro años en Cuba. Se dedicó a las misiones populares y fue asiduo al confesonario. Gregorio Cermeño nació en Zaragoza el año 1874. Huérfano de padre y madre a los 5 años, fue educado por las Hijas de la Caridad. Profesó en 1894 y fue ordenado sacerdote en 1899. Estuvo un par de años en Brasil y en España tuvo varios destinos. Se dedicó mucho a la atención espiritual de los seminaristas y de las Hijas de la Caridad. Vicente Vilumbrales nació en Reinoso de Bureba (Burgos) en 1909. Profesó en 1928 y fue ordenado sacerdote en 1934. Pronto lo enviaron a Guadalajara como profesor de lenguas y capellán del colegio de huérfanas militares. Con su alegría, simpatía y buena presencia se ganaba a la juventud, a la que inculcaba los ideales cristianos. Narciso Pascual nació en Sarreaus (Orense) en 1917. Profesó como hermano coadjutor, con una buena formación, el 27-XI-1935. Era muy devoto de la Virgen. Cuando lo martirizaron tenía 19 años.- Beatificados el 13-X-2013.
Beato János Scheffler. Nació el año 1887 en Kálmánd, entonces perteneciente a Hungría, en el seno de una familia campesina. En 1905 ingresó en el seminario. Estudió en Budapest y en la Gregoriana de Roma. Fue ordenado sacerdote en 1910. De regreso a Budapest, se dedicó a la enseñanza y a la predicación, y publicó varios libros sobre catequesis. En 1942 fue nombrado obispo de Satu Mare. Fue un pastor celoso y activo. En 1947 fue encarcelado por el régimen comunista rumano, sometido a trabajos forzados e interrogatorios violentos. Murió mártir en Bucarest el 6-XII-1952, a consecuencia de las privaciones y malos tratos. Beatificado en 2011.
Beata Luisa María Frías Cañizares. Nació en Valencia (España) el año 1896. Desde su infancia fue piadosa. Hizo la carrera de Filosofía y Letras, Sección Historia, en la Universidad de Valencia, de la que luego fue catedrática auxiliar. Fundó con María Lázaro las Universitarias Católicas de Acción Católica. Se ocupó también y mucho en la atención a los pobres. Peregrinó a Lourdes, Roma y Tierra Santa. Al estallar la revolución, fue detenida, maltratada y vejada. Después la encerraron en la checa del Seminario, donde consoló y animó a sus compañeros. El 6 de diciembre de 1936 la trasladaron al Picadero de Paterna y antes de fusilarla la mutilaron al no conseguir que apostatara. Ella dio vivas a Cristo Rey y perdonó a sus verdugos.
Beatos Miguel Lasaga Carazo y 6 compañeros mártires, Salesianos. Apenas estalló en España la persecución religiosa de 1936, los milicianos detuvieron en Mohernando (Guadalajara) al P. Miguel Lasaga y a seis jóvenes profesos, a los que después trasladaron a la cárcel de Guadalajara. Allí permanecieron unos cuatro meses, hasta que el 6-XII-1936 los fusilaron. Damos sus datos.Miguel Lasaga nació en Murguía (Álava) en 1892. Hizo la profesión en 1912 y recibió la ordenación sacerdotal en 1921. Trabajó en Italia y Perú, y luego se le encomendó en España la dirección del noviciado y del estudiantado filosófico de Mohernando. Ya en la cárcel, desplegó un intenso apostolado para preparar a sus compañeros al sacrificio. Luis Martínez Alvarellos nació en La Coruña en 1915, hizo la profesión religiosa como candidato al sacerdocio en 1934 y luego cursó dos años de filosofía. Juan Larragueta Garay nació en Arrieta (Navarra) en 1915, profesó como candidato al sacerdocio en 1934 y siguió en Mohernando para el estudio de la filosofía.Pascual de Castro Herrera nació en Topas (Salamanca) en 1915, e hizo su profesión religiosa como candidato al sacerdocio el 23-VII-1936, día en que fue arrestado. Heliodoro Ramos Garcíanació en Monleras (Salamanca) en 1915; emitió sus votos como religioso coadjutor o laico el 23-VII-1936, día en que lo detuvieron. Esteban Vázquez Alonso nació en Carrizo de la Ribera (León) en 1915; hizo su profesión como hermano coadjutor el mismo día de su detención, 23-VII-1936.Florencio Rodríguez Güemes nació en Quintanarruz (Burgos) en 1915, hizo la profesión como candidato al sacerdocio el 14-VII-1935 y solo pudo cursar el primer año de filosofía.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
Del profeta Isaías: -Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos» (Is 40,3-5).
Pensamiento franciscano:
Sobre la devoción de san Francisco a la Navidad, escribe Celano: -Con preferencia a las demás solemnidades, celebraba con inefable alegría la del nacimiento del niño Jesús; la llamaba fiesta de las fiestas, en la que Dios, hecho niño pequeñuelo, se crió a los pechos de madre humana. Representaba en su mente imágenes del niño, que besaba con avidez; y la compasión hacia el niño le hacía incluso balbucir palabras de ternura al modo de los niños (2 Cel 199).
Orar con la Iglesia:
Cristo, Palabra eterna del Padre, ha inaugurado un camino nuevo y vivo, a través de su propia carne, para entrar en el santuario. Pidámosle, pues, con humildad: Ven, Señor, y sálvanos.
-Oh Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos, ven a revelarnos una vez más que somos estirpe tuya.
-Tú que no estás lejos de ninguno de nosotros, muéstrate enseguida a todos los que te buscan.
-Padre de los pobres y consuelo de los afligidos, da la libertad a quienes viven cautivos de sí mismos y la alegría a los tristes.
-Tú que destruyes la muerte y haces brillar la vida, líbranos a nosotros y a nuestros difuntos de la muerte eterna.
-Tú que elegiste a María como madre de tu Hijo y la llenaste del Espíritu Santo, concédenos la gracia de ser dóciles a tu voluntad.
Oración: Señor y Dios nuestro, acoge favorablemente nuestras súplicas y ayúdanos con tu amor en nuestro desvalimiento. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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LA PALABRA DE DIOS FUE DIRIGIDA A JUAN
Benedicto XVI, Ángelus del 6 de diciembre de 2009
Queridos hermanos y hermanas:
En este segundo domingo de Adviento [Ciclo C], la liturgia propone el pasaje evangélico en el que san Lucas, por decirlo así, prepara la escena en la que Jesús está a punto de aparecer para comenzar su misión pública (cf. Lc 3,1-6). El evangelista destaca la figura de Juan el Bautista, que fue el precursor del Mesías, y traza con gran precisión las coordenadas espacio-temporales de su predicación. San Lucas escribe: «En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (Lc 3,1-2).
Dos cosas atraen nuestra atención. La primera es la abundancia de referencias a todas las autoridades políticas y religiosas de Palestina en los años 27 y 28 después del nacimiento de Cristo. Evidentemente, el evangelista quiere mostrar a quien lee o escucha que el Evangelio no es una leyenda, sino la narración de una historia real; que Jesús de Nazaret es un personaje histórico que se inserta en ese contexto determinado.
El segundo elemento digno de destacarse es que, después de esta amplia introducción histórica, el sujeto es «la Palabra de Dios», presentada como una fuerza que desciende de lo alto y se posa sobre Juan el Bautista.
Mañana celebraremos la memoria litúrgica de san Ambrosio, el gran obispo de Milán. Tomo de él un comentario a este texto evangélico: «El Hijo de Dios -escribe-, antes de reunir a la Iglesia, actúa ante todo en su humilde siervo. Por esto, san Lucas dice bien que la palabra de Dios descendió sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto, porque la Iglesia no tiene su origen en los hombres sino en la Palabra» (Expos. del Evangelio de Lucas 2,67). Así pues, este es el significado: la Palabra de Dios es el sujeto que mueve la historia, inspira a los profetas, prepara el camino del Mesías y convoca a la Iglesia. Jesús mismo es la Palabra divina que se hizo carne en el seno virginal de María: en él Dios se ha revelado plenamente, nos ha dicho y dado todo, abriéndonos los tesoros de su verdad y de su misericordia. San Ambrosio prosigue en su comentario: «Descendió, por tanto, la Palabra, para que la tierra, que antes era un desierto, diera sus frutos para nosotros» (ib.).
Queridos amigos, la flor más hermosa que ha brotado de la Palabra de Dios es la Virgen María. Ella es la primicia de la Iglesia, jardín de Dios en la tierra. Pero, mientras que María es la Inmaculada -así la celebraremos pasado mañana-, la Iglesia necesita purificarse continuamente, porque el pecado amenaza a todos sus miembros. En la Iglesia se libra siempre un combate entre el desierto y el jardín, entre el pecado que aridece la tierra y la gracia que la irriga para que produzca frutos abundantes de santidad. Pidamos, por lo tanto, a la Madre del Señor que nos ayude en este tiempo de Adviento a "enderezar" nuestros caminos, dejándonos guiar por la Palabra de Dios.
Doy una cordial bienvenida a los fieles de lengua española que participan en esta oración delÁngelus. En el camino hacia la Navidad, la liturgia de hoy indica la conversión, la firme esperanza en la misericordia divina y el corazón justo como el modo de prepararnos a la venida de Jesús al mundo. Aprendamos de María a disponernos interiormente para acoger con gozo y grandeza de espíritu la Navidad.
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NADIE FUE ADORNADO DE SANTIDAD COMO TÚ, MARÍA
Del Sermón 2 de san Sofronio de Jerusalén
en la Anunciación de la Santísima Virgen
Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. ¿Y qué puede ser más sublime que este gozo, oh Virgen María? ¿O qué cosa puede ser más excelente que esta gracia, que, viniendo de Dios, sólo tú has obtenido? ¿Acaso se puede imaginar una gracia más agradable o más espléndida? Todas las demás no se pueden comparar a las maravillas que se realizan en ti; todas las demás son inferiores a tu gracia; todas, incluso las más excelsas, son secundarias y gozan de una claridad muy inferior.
El Señor está contigo. ¿Y quién es el que puede competir contigo? Dios proviene de ti; ¿quién no te cederá el paso, quién habrá que no te conceda con gozo la primacía y la precedencia? Por todo ello, contemplando tus excelsas prerrogativas, que destacan sobre las de todas las criaturas, te aclamo con el máximo entusiasmo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Pues tú eres la fuente del gozo no sólo para los hombres, sino también para los ángeles del cielo.
Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues has cambiado la maldición de Eva en bendición; pues has hecho que Adán, que yacía postrado por una maldición, fuera bendecido por medio de ti.
Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues por medio de ti la bendición del Padre ha brillado para los hombres y los ha liberado de la antigua maldición.
Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues por medio de ti encuentran la salvación tus progenitores, pues tú has engendrado al Salvador que les concederá la salvación eterna.
Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues sin concurso de varón has dado a luz aquel fruto que es bendición para todo el mundo, al que ha redimido de la maldición que no producía sino espinas.
Verdaderamente, bendita tú entre las mujeres, pues a pesar de ser una mujer, criatura de Dios como todas las demás, has llegado a ser, de verdad, Madre de Dios. Pues lo que nacerá de ti es, con toda verdad, el Dios hecho hombre, y, por lo tanto, con toda justicia y con toda razón, te llamas Madre de Dios, pues de verdad das a luz a Dios.
Pero no temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios, la más espléndida de todas las gracias; has encontrado ante Dios una gracia absolutamente insuperable; has encontrado ante Dios una gracia que durará siempre. Aunque otros -y muchos- antes de ti fueron eminentes en santidad, pero a ninguno como a ti le fue otorgada la plenitud de la gracia. Ninguno como tú pudo gozar de tanta dicha; nadie fue adornado de santidad como tú; nadie fue elevado a tan alto honor de magnificencia como tú; nadie como tú fue prevenido desde el primer instante por la gracia purificadora; nadie como tú fue iluminado con la luz celestial; nadie como tú fue elevado más allá de toda ponderación.
Y justamente, pues nadie estuvo tan próximo a Dios como tú; nadie como tú fue enriquecido con los dones de Dios; nadie recibió tanta gracia divina. Tú superas todas las grandezas humanas; tú excedes todos los dones que la magnificencia de Dios haya jamás concedido a persona humana alguna. Superas a todos en riqueza, pues posees a Dios presente en ti. Nadie ha podido acoger a Dios en sí del modo que tú lo hiciste; nadie como tú pudo gozar de la presencia divina; nadie fue tan digno como tú de ser iluminado por Dios.
Por eso, no sólo has recibido en ti misma al Dios Creador y Señor de todas las cosas, sino que inefablemente lo posees encarnado en ti, lo llevas en tu seno, y luego lo das a luz como Redentor de todos los hombres fulminados por la condena del Padre, dándoles una salvación que no tendrá fin.
Tú tienes en tu seno al mismo Dios, hecho hombre en tus entrañas, quien, como un esposo, saldrá de ti para conceder a todos los hombres el gozo y la luz divina.
Dios ha puesto en ti, oh Virgen, su tienda como en un cielo puro y resplandeciente. Saldrá de ticomo el esposo de su alcoba e, imitando el recorrido del sol, recorrerá en su vida el camino de la futura salvación para todos los vivientes, y, extendiéndose de un extremo a otro del cielo, llenará con calor divino y vivificante todas las cosas.
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FRANCISCO ORA A MARÍA, CREE Y PROCLAMA
por José Álvarez, OFM
Pocos teólogos habrán logrado hacer una síntesis tan completa de la mariología como este «intrépido caballero de la Señora», como le llama el padre Gemelli. La sabiduría de este hombre era don del Espíritu Santo. Nada de razonamientos ni abstracciones. Usó el lenguaje más sencillo, expresivo y comprensible a todos. María es la madre que engendra en su seno a Jesús, el Niño Dios, al que convierte en nuestro hermano, y al que crió con sus pechos como cualquier otra madre humana (cf. 2 Cel 199). Al usar el santo este lenguaje tan realista, quizás haya que recordar aquí una circunstancia particular, y es la de que Francisco tiene ante sí un ambiente contaminado por la doctrina docetista del doble principio propagada por los Cátaros, quienes enseñaban que la naturaleza humana, la materia, es mala. De ser esto así, Dios no habría podido encarnarse en ella y, por tanto, la Virgen María no podía, en modo alguno, ser madre de Dios ni madre nuestra. Francisco llega aquí como un cruzado providencial de la ortodoxia entre el pueblo sencillo al que habla con su mismo lenguaje, al tiempo que en pocas palabras escritas dejó para los teólogos posteriores de su Orden el desarrollo del más completo tratado de mariología, como puede comprobarse por la historia.
Con la fe más viva y la ternura filial más profunda, Francisco fija la mirada en la Señora, la confiesa y la saluda: «Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, virgen hecha iglesia y elegida por el santísimo Padre del cielo, consagrada por Él con su santísimo amado Hijo y el Espíritu Santo Paráclito, en ti estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien. Salve, palacio suyo; salve, tabernáculo suyo; salve, casa suya. Salve, vestidura suya; salve, esclava suya; salve, Madre suya» (SalVM 1-5). «Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las mujeres, hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros...» (OfP Ant).
No es este el lugar ni el momento de detenernos a comentar tan preciosos y profundos textos. Pero, en síntesis, creo que el Saludo es una bellísima paráfrasis del Ave María, y que Francisco sabe enmarcar muy acertadamente el icono de María en el seno de la Trinidad. Ella es santa, pero en dependencia siempre de Dios trino, que es el santísimo. Ella es madre, pero es hija y esclava; es la incomparable, pero sin dejar de ser humana; la elegida entre todas las mujeres para ser la primera Iglesia -virgen hecha iglesia-, llamada a ser madre, modelo y prototipo de la Iglesia. Ella es la que ha revestido a Dios de carne mortal -vestidura de Dios-, y se ha convertido en tienda para que el Verbo de Dios acampara entre nosotros -casa de Dios y tabernáculo de Dios-. María es pura inhabitación de la Santísima Trinidad, que la consagró con su elección y presencia antes de crear el mundo, para ser la inmaculada Madre del Verbo por obra del Espíritu Santo. ¿Qué más se puede decir de María?
Las Fuentes franciscanas destacan con acentos particulares la predilección de Francisco por los lugares marianos, es decir, por las iglesias puestas bajo la protección de la Virgen. Entre todas tuvo para él un especial atractivo la ermita, restaurada con sus propias manos, de Santa María de los Ángeles o de la Porciúncula. Solía decir que tenía revelación de que la Virgen amaba aquella iglesia con predilección entre todas las construidas en su honor en todo el mundo, y por eso el santo la amaba también más que a todas, y tenía buenas razones para ello: allí recordaba y revivía su llamada evangélica; allí reunió los doce primeros compañeros que le regaló el Señor; allí acogió a la hermana Clara cuando vino a él para consagrarse definitivamente a Dios; allí quería reunirse en capítulo para confraternizar y alegrarse con todos los hermanos. No es de extrañar que al sentirse próximo a entregar su espíritu a Dios quisiera que le llevaran también «allí donde por mediación de la Virgen Madre de Dios había recibido el espíritu de gracia» (cf. LM 14,3). No nos extraña, pues, que, no obstante su radical desprendimiento de todo, al referirse a la Porciúncula dijera a los hermanos: «Hijos míos, mirad que nunca abandonéis este lugar. Si os expulsan por un lado, volved a entrar por el otro» (1 Cel 106; LM 2,8).
La piedad mariana de Francisco, acuñada en muchos detalles de la tradición cristiana, pero nacida especialmente de la espiritualidad de este gran santo, fue recogida vitalmente por la Orden y transmitida a través de los siglos con la pluma y con la palabra, y, a veces, incluso, a costa de la sangre, como ocurrió con el dogma de la Inmaculada. Desde el Capítulo General celebrado en Toledo el año 1645, la Orden se puso bajo la protección de María Inmaculada, a la que declaró Reina y Señora de toda la Familia Franciscana.
Acojamos este amor y esta devoción del Seráfico Padre como una preciosa herencia, y hagamos nuestra aquella oración puesta por Tomás de Celano en boca de San Francisco: «¡Ea, Abogada de los pobres!, cumple con nosotros tu misión de tutora hasta el día señalado por el Padre», el fin del mundo (2 Cel 198).
[En Santuario, n. 115, 1997, pp. 6-7]
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